domingo, abril 05, 2009

Centésimo décimo - Un sobrino nuevo -

Saludos querido y teórico lector.

Hoy vengo a compartirte las noticias que han sacudido mi casa desde hace algunos días.

Como podrás imaginar (o tal vez no, uno nunca sabe), ya nació mi sobrino. Y nació completamente saludable (o bueno, entero y normal pues). Felizmente el suplicio del embarazo ha terminado para mi cuñada y ahora comenzará el suplicio de la educación, la corrección, la guía y demás actividades que implica el tener descendencia.


Duerme más que mi padre

La llegada del susodicho bebé, ha transformado la casa de maneras que yo apenas llegué a vislumbrar. Obviamente, en cuanto llegó a la casa, mis padres se deshicieron en halagos para el bebé, diciendo que era un niño precioso y que está güerito y que no nació arrugado y no sé qué tantas otras madres le dijeron. Pero lo que sí me sacó de onda, es que todos (al menos de parte de mi familia, desconozco de la familia de mi cuñada) salieron con la mamada de que “Se parece a su papá” (refiriéndose obviamente a mi hermano).

Querido y teórico lector, no sé si hayas tenido la oportunidad de ver a un bebé recién nacido (bueno, algunos de mis lectores sí, saludos ingenieros) pero no podrán negarme dos cosas:

1.- Todos los bebés se parecen.
2.- No tienen parecido con ningún adulto.

Por más arrancadas que digan de que sí se parece a su padre o a su madre (o en ocasiones al compadre, pero nadie se atreve a decirlo) esto es una falacia. Los niños recién nacidos aún tienen una estructura ósea muy frágil y elástica, por lo que sus huesos aún no están completamente acomodados, ergo, no puedes decir que se parecen a nadie (bueno, nada más por el color, pero este no es el caso). ¿O a poco puedes tú, querido y teórico lector ver a un bebé y decir fácilmente de quién es hijo? Porque me cae que si puedes eres una verga kilométrica en reconocimiento facial.

Dejando a un lado esto, el haberse convertido en padre ha turnado a mi hermano en una máquina de preocupación que nunca pensé que vería. Procura con angustioso celo que cada momento del día su primogénito esté cómodo. Y lo más interesante es ver como se ha convertido en un ser paranoico. Cualquier actividad por normal que sea le parece una anormalidad e inmediatamente le pregunta a su esposa y luego a mi madre si es completamente normal o si es necesario llevarlo a urgencias. Si ve que respira dos veces más que el promedio, pregunta si no está agitado o si le falta el aire. Si se mueve para acomodarse o para lo que sea que se muevan los bebés, pregunta si el bebé está bien o si tiene una molestia o si tiene calor o si no tiene un ataque epiléptico.
Además de esto, el niño ha convertido a mis tías en retrasados mentales. Cuando vinieron a conocerlo, todas nuevamente se desbarataron en halagos y posteriormente empezaron a hablarle más o menos así:

- ¿Quéeee pachiiooó bebéeee? ¡Qué bonito estás! Gu Gu Gu… Ataá ¿eh, eh?

Putísima y se casó de blanco.
Si el que no sabe hablar es el niño, no ellos.

Para los que se preguntan cómo ha actuado mi sobrina, pues les diré que todavía no lo conoce… ya que debido a que tiene influenza, su madre decidió aislarla y la envió con su abuela materna y lleva ahí toda la semana.

P.S. La foto del bebé que aparece más arriba, NO ES MI SOBRINO, la saqué de Internetz. ¿A poco te diste cuenta de que no es mi sobrino? ¡Se parecen a sus padres, mis bolas!