Hola mi querido y teórico lector.
En el momento en el que escribo esto, estoy regodeándome como pavo real, al saber mi exorbitante promedio.
Pero, no quiero agobiarte con pequeñeces, al fin, solamente el resto de mi vida escolar depende de ese promedio…
Hoy, sin embargo, quiero compartirte una de esas experiencias que casi nunca se me dan. Hace poco fui invitado a la fiesta de 15 años de mi prima. Como espero que supongas, esta clase de reuniones sociales, son las que trato de evitar, pero desafortunadamente, mi tía insistió en mi presencia.
Así, sin más preámbulo, te presento, mi querido y teórico lector:
15 años.
Todas las mujeres dejan de ser vírgenes a los 14 años.
Primero, pues era necesario escoger el atuendo. Al ser un salón medianamente famoso en la ciudad, imaginé que un requisito esencial era el buen vestir. Por esta razón, tomé mi traje, mi corbata y mis zapatos (perfectamente planchados y boleados, respectivamente). Pero, Cuál fue mi sorpresa al llegar al susodicho lugar y encontrarme con “invitados” vestidos de mezclilla, tenis, gorras y claro, para no faltar, el clásico wey naco con sombrero.
Después, inspeccioné el lugar. Al instante me pregunté cuál de los sentidos era más brutalmente golpeado: la vista, con todas esas señoras que se vestían extravagantemente, el tipo con sombrero o la pésima iluminación; el oído, con la aterradoramente naca música tan condenadamente fuerte; el gusto, con el insípido puré de papa que sirvieron, o el olfato, que fue masacrado al estar expuesto al horrible hedor de los invitados después de varias piezas de “baile”.
Pero no todo está tan mal. Después de un rato, llegan las amigas de la escuela de la festejada. Haces un chequeo rápido y te das cuenta de que están muy potables. Pero, desafortunadamente eres un geniecillo y reaccionas: si van a la escuela con mi prima… entonces también deben tener más o menos la misma edad: 15 años.
Luego, llegan los invitados que van en tu mesa. Personas que tus padres conocen, pero tú no. Sólo sabes que existe un pequeño lazo entre ellos. Son primos de tu padre. Así que debes morderte un huevo para no criticar la horrible corbata que trae “el que es tu tío”. O el asqueroso peinado de tu tía. O la lonja de tu prima. O lo gay que se ve tu primo con ese peinado de picos. Pero, ahí no termina… ¡Oh No! Comienza la plática entre padres, por supuesto orgullosos de sus hijos, y como extra, nada tímidos en demostrarlo:
- Tío genérico 1.- Y… ¿cómo va tu hijo en la escuela?
- Padre genérico.- Muy bien, lleva muy buenas calificaciones. Acaba de pasar a … ¿Hijo, pasaste a sexto o a séptimo semestre?
- Tú.- ¿?
- Madre genérica.- Paso a séptimo, lleva promedio de 90.
- Tía genérica 1.- También mi hija, ya pasó a séptimo semestre y lleva un promedio de 91.
- Tío genérico.- Sí, y mi hijo ya va a entrar a la universidad.
Después de largos y tediosos minutos de conversaciones de esta índole, comienzas a darte cuenta, de que tus primas son más fresas que nada (¿o debería decir bloff?). Así, tratas de no entablar conversación con ellas, ni con nadie que no seas tú mismo.
En ese momento, te preguntas a ti mismo. (¿Qué goeyes… nunca hablan con sí mismos, pues yo sí, ya que me caigo a toda madre). ¿Qué coño hago aquí?
Para acabarla de molestar, justo en ese momento, te llega un mensaje al celular. Es de un amigo igual de freak por las luchas que tú. Te dice que justo en ese momento, están empezando la transmisión de las luchas de ECW, en una jornada especialmente violenta. Te muerdes el otro huevo para no maldecir a los 7 vientos.
Algunos minutos después, el “animador” dice algo que no alcanzas a percibir, ya que la acústica de salón no te lo permite. Sólo escuchas algo así como un… “Ahora, blablabla, para blablabla”. De la nada, todos los que lo escucharon, levantan su servilleta de tela, y comienzan a girarla sobre su muñeca. Como un helicóptero pues.
Llega la comida. Sinceramente, tú esperabas algo especial… pero no, te salen con comida común y corriente, pero servida de manera elegante. El puré, por ejemplo, en lugar de servirlo como lo hace tu madre (o sea, en una plasta que sale de la cuchara), la sirven en dos elegantes bolitas. El pollo empanizado, del que te has hartado en tu casa, está exactamente igual, sólo que lo ponen sobre una deliciosa salsa de chipotle. Pudieron haber servido basura, cubierta en crema de espárragos y los goeyes la hubieran degustado como si fuera lo más delicioso que su apestoso paladar hubiera probado nunca.
Lo más patético de esto, es que exactamente a media comida, llega a felicitar a tu prima, la “estudiantina genérica #3”. Digo, que buena onda, pero, por favor, todo el mundo estaba comiendo. ¿Qué les hace pensar que dejarían de consumir toda la porquería elegante que sirvieron para escuchar buena música?
Después de algunas piezas muy bien interpretadas por la estudiantina genérica #3 todos siguen comiendo. Pasan algunos MUCHOS minutos y te aburres como pocas veces en la vida. Para bien o para mal, llega el momento del vals. No eres experto en baile, pero sabes que el vals es normalmente chido y saberlo bailar te hace ver cool. Miras a la pista, ves a la cumpleañera rodeada de un montón de vagos que hacen las veces de “chambelanes”. En realidad, al ver a la quinceañera a la cara, puedes ver que no le hace mucha gracia bailar frente a tanta gente. Tiene una cara de hastío que nunca le habías visto; similar a la que traes tú.
En eso comienza la música. Algo raro, un vals con letra. Decía más o menos así:
- First I was afraid… I was petrified. Keep thinking I could never live without you by my side. But I did spent so many nights thinking how you did me wrong...
M’kay... no soy ningún experto en música, pero en realidad me parece que eso no es un vals.
No se porque, pero en estos tiempos, antes del vals, se acostumbra bailar una pieza de música “de la que sea”, con una coreografía medio chafa, sólo para justificar el gasto del sonido.
Al fin, después de terminar la canción de Gloria Gaynor (I Will Survive, para los despistados), en serio comienza el vals. Una pieza clásica, aburrida hasta el orto. Y ni que decir de los pasos. Después de unos 3 minutos de angustioso aburrimiento, cambia a un vals mas entretenido, que requiere más cerebro para bailar… Sobre las olas.
Demonios, ese vals salvó a la quinceañera de que todos los presentes (excepto sus padres) se durmieran.
Uno por uno, los invitados desfilan hacia la quinceañera, para poder bailar unos segundos. Primero, su padre, clásico. Después su hermano, su tío, su primo, un vago amigo de ella, un vago amigo de su hermano que no desaprovecha la oportunidad de arrimarle el camarón, otro tío, otro vago, otro primo, otro vago, otro vago, otro tío, otro vago, etc.
El término del vals, tiene un significado importante. Esto abre la pista para que los presentes puedan bailar. Según tengo entendido, nadie puede bailar antes de que la quinceañera lo haga.
Esto del baile de ahora, es todo un ritual. Primero, la quinceañera baila con su hermano, al ritmo de música techno. Después, otros tipos se acercan y bailan con la quinceañera, entonces, una amiga de la cumpleañera, baila con otro de sus amigos, hasta que se juntan algunas parejas… digamos… 13. Tienen toda una pista para bailar, pero, irónicamente, todos se juntan para formar una línea, que ocupa sólo la 6 parte de la pista, y en una forma en la que todos están muy incómodamente juntos. La música continúa, ahora, con canciones de moda, con su respectivo Techo remix. Pasan los minutos, los “bailarines” sudan como los cerdos que son… y la música cambia. Ahora, es una especie de “cumbia” con Techo remix. Cada que cambia el ritmo suena una sirena castrosísima.
Después de varias sirenas, y al fin algo de música sin Techno, comienzan a solicitar que los tipos que se encuentran en la pista bailando, formen una línea circular (como una línea de conga); para que al ritmo de “Pásame la botella, que voy a tomar el doble de’lla, pasen a recibir su premio: un trago de alguna bebida embriagante. ¿Qué no se dan cuenta de que son menores de edad? En serio, toman bastante exagerado lo de hidratarse antes, DURANTE y después del ejercicio; sólo que la hidratación la hacen con alcohol, que si mis clases de química no están mal, irónicamente provoca deshidratación.
Luego, de la nada, amigos de tu primo, o sea el hermano de la festejada, que formaron su grupo de “Breik dans” hacen una patética demostración de lo feo que se ven los vagos arrastrándose por el suelo, mientras luces estroboscópicas te marean y no te permiten apreciar a todo su esplendor el ridículo que están haciendo.
Algún tiempo después, llega lo mejor de la noche. Los mariachis (qué, los mariachis me llegan, en serio me llegan). Primero, clásico, las mañanitas, y una que otra canción que indica su llegada. Después, amablemente pasan a las mesas y preguntan que canción desean. Las hay de todo tipo: la bikina, el rey, mujeres divinas, hasta que no falta el (la) idiota que solicita “Amor Eterno”.
Pero, castrosamente, los inútiles de los amigos de tu primo y los de tu prima, que son más o menos de la misma edad, se la pasan cantando, balbuceando o solicitando a gritos otra canción. Esto, además de dejarte escuchar pura verga, te molesta de sobremanera, pero no puedes decir nada, son amig@s de la festejada. Y por alguna razón, sientes que les tiene más aprecio a ellos que a ti.
Aburrido, hastiado, acalorado, molesto, preguntándote si Jhon Cena habrá conseguido conservar el campeonato en contra de Rob Van Dam en la lucha de One Night Stand de ECW, te enteras de que tus padres han decidido que es hora de marcharse. Feliz, te levantas, te despides de todos los pocos que conoces y haces una mueca indiferente a los que no conoces. Pero, aun falta lo peor… ya que van para el mismo rumbo, ¿Por qué no le dan un aventón a tu tía Josefina? Sí, esa tía que te cae tan mal, que puede moverse menos que un león marino enyesado. Más castrosa que lo mas castroso que conozcas.
Así, tienes que soportar el constante: no tan rápido, cuidado, fíjate bien, bájale, que bonito vestido traía la festejada verda’ tú?
Finalmente, llegas a tu casa, enciendes la TV y observas con desagrado que One Night Stand terminó y no sabes los resultados.