Como ya muchos de mis queridos y teóricos lectores saben, las incesantes lluvias de esta horrible ciudad han hecho que algún lugar importante se inunde, lo que causó que alguna cosa importante se rompiera y para terminar rápido, media ciudad no tiene agua.
En general, la carencia de agua en la Ciudad de México no es nuevo y hasta cierto punto las personas han aprendido a vivir con eso. Sin embargo, cuando de la nada rompes la monotonía y así de huevos te quitan el agua sin avisarte, las cosas cambian radicalmente.
Cuando se va el agua por algunas horas, encuentras que es particularmente incómodo. No puedes lavarte las manos, no puedes lavar la ropa, los trastes, o algo tan simple como descargar el inodoro. Básicamente, durante algunas horas regresas a la edad media.
La diferencia de las personas que vivían en la edad media con las que viven en la edad actual, es que las personas de la edad media no eran huevonas. Ellas cargaban sus cubetas de agua por medio pueblo. Ahora, además de que no hay un puto río con agua potable en cientos de kilómetros a la redonda, las personas no cargan ni un sweater. Entonces, cuando no tienes agua por algunas horas, te encabronas, tal vez maldices un poco y dejas el inodoro con una generosa sorpresa para el siguiente en usarlo. Pero cuando la ausencia de agua dura más que unas pocas horas y sobre todo, cuando sabes que no habrá en algún tiempo, la ausencia de agua es poco más que una patada en las bolas y poco menos que una tragedia.
Afortunadamente, nuestro eficiente gobierno, conocedor de que sin agua a todos nos carga la verga de ocho patas, decidió que era buena idea el enviar pipas llenas con agua potable para repartir en todos aquellos lugares que no tienen agua, pero sí muchos huevos para exigirla. Y eso es lo que hoy vengo a comentarte, querido y teórico lector. Hoy fui testigo de cómo la histeria colectiva puede ser más peligrosa que un montón de narcos disparando al aire.
Por eso hoy te presento
¡Aguas!
Mi querido y teórico lector será capaz de perdonar mi poco imaginativo título
Acabo de ir a comer con Doña Gorda, y fue increíble ver como los vecinos
se peleaban por el agua. Vecinos que antes solía ver tomando juntos o
platicando cómodamente ahora casi se agarraban a golpes por decidir de
quién era el primer turno en recibir agua de las pipas que envió el
gobierno de la Ciudad de México. Como si los primeros chorros vinieran de la mismísima fuente de la juventud y los demás chorros fueran una mezcla de orines. Esos vecinos que antes compartían un churro de marihuana ahora se lanzaban improperios mientras sus esposas se ponían a la mitad del camino deteniéndolos y sintiéndose moralmente superior a su similares. Las mujeres que no tenían a un esposo o hermano para defenderlas se
unían como una fuerza gritona que jalaba con intensidad la manguera de
las pipas, mientras ignoraban el reclamo generalizado.
Personajes que antes se saludaban con cordialidad se transformaron en
gritones y exigentes monstruos que demandaban ser los primeros en
recibir el agua. Mientras tanto, las ancianitas solas, apenas llevaban una o dos
cubetas que cargaban con dificultad mientras los más jóvenes se
empujaban en orden de sacar a los demás de la fila usando amenazas y
amedrentando a las personas. La amabilidad y la caballerosidad pasaron a un chingar a su madre, nadie se ofrecía a llevar las cubetas de las señoras por miedo a perder su lugar en la fila. ¿Cómo iban las madres de familia a permitir que uno de sus hijos ayudara a la viejita con su cubeta cuando ellas mismas tenían 10 cubetas que cargar y por las cuales preocuparse? No vaya a ser que alguien le robe su cubeta y ¿Cómo identificarla entre ese mar de recipientes? Otra señora no muestra interés en que su hija embarazada está fumando marihuana, pero no pierde detalle de las personas que quieren meterse en la fila.
Incontables cubetas se formaban una tras otra mientras sus dueños
las vigilaban celosamente. Cada uno veía con recelo al vecino que iba
antes que él. Las pipas de agua soltaban con generosidad el líquido,
pero por enorme que pudiera parecer la pipa, las cubetas nunca se
acababan. Lo que
antes hacía las veces de botes de basura, ahora eran utilizados para
almacenar agua. Espero yo que con la idea de usarla en alguna actividad
que no requiera pureza, como tal vez el usarla para la descarga del
inodoro. La lluvia que causó todo esto, mientras antes era odiada por
todos, ahora es implorada para poder recolectarla y utilizarla sin
perder sus valiosas reservas de agua potable. Con el sol cayendo pesadamente sobre la Ciudad a la hora de la comida, el ver el cuantioso caudal de transparente agua hace que un trago se me antoje. No sé cuántos días lleven sin agua, pero dos o tres personas parecen más sedientas que yo. Debe ser porque según me dijeron, llevaban casi dos horas formados y no habían avanzado nada significativo.
Todos quejándose de que no podrán lavar, el tipo de la lavandería
iracundo porque su negocio estará cerrado un tiempo indeterminado,
varios niños felices porque no se han bañado en dos días, y los
conductores de las pipas, armados con lo que yo imagino es experiencia,
se muestran impasibles al estacionar el vehículo y abrir la llave del
contenedor, mientras las personas son las que batallan por dividirla.
Las personas que antes me saludaban alegremente ahora tienen una mirada llena de ira y desesperación. No crucé palabra con ellos, pero pude ver en sus ojos que estaban mordiéndose un huevo para no apuñalar a las personas que sin miramientos secuestraban las mangueras, o a los que traían más botes de no sé dónde.
Conatos de bronca se vislumbraban por todos lados. Casi esperaba que alguien sacara un arma de fuego y disparara a los que se le acercaran y luego saliera en las noticias que la guerra contra el narco había causado una balacera en una pacífica reunión de personas que iban civilizadamente a conseguir agua.
Muchas veces he leído que la tercera guerra mundial se dará no por
conseguir petróleo ni oro, sino por agua. Y al ver a esas personas que
antes eran apacibles y felices pelearse sin control ni tregua, no tengo
razón para dudarlo.
Tal vez sonará a cliché, pero cabrones, cuiden el agua. Afortunadamente aquí mandaron pipas y no hay pedo, pero ¿Qué pasará cuando deje de haber agua? Ahí sí, nos cargó la verga.
1 Personas con IQ alto han comentado:
Yo tengo desde hace 10 años temiendo lo mismo. :S
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