viernes, febrero 16, 2007

Cuadragésimo sexto - Delito

Saludos mi querido y teórico lector. Escribo estas líneas, que, como siempre, lees ávido de conocimiento y sabiduría general, del que sin duda es la persona más culta que conoces. O sea, yo.

Escribo molesto, muy molesto y muy frustrado. Pero no es una molestia común, creada por no tener mi cuenta de correo NO genérica o por no tener los DVD’s de la película de Daria.

Es curioso. Ya tenía preparada una entrada para hoy; sin embargo, ese post tendrá que esperar. Por situaciones de último momento, voy a cambiar esa entrada que ya tenía pensada, analizada, corregida y guardada, por una que estoy improvisando en este instante. Por tal motivo, espero que comprendas si falto a las finas pero firmes líneas prosódicas que mereces.

Ahora, voy a relatarte el suceso que hizo que cambiara intempestivamente mi decisión de posponer la entrada.
A continuación te presento mi querido y teórico lector:

ASALTO
Ó para qué me sirvieron las películas de Jackie Chan



Todo lo relatado aquí es real. Los nombres de los implicados no se ponen por que no los conozco.

Según wikipedia, un robo es un delito contra el patrimonio consistente en el apoderamiento de bienes ajenos, con intención de lucrarse, empleando para ello fuerza en las cosas o bien violencia o intimidación en las personas. Son precisamente estas dos modalidades de ejecución de la conducta las que la diferencia del hurto, que exije únicamente el acto de apoderamiento.

En un día como hoy, pero más parecido a ayer sucedieron los siguientes sucesos:

Habiendo cobrado mi reconocimiento académico monetario (A.K.A. beca), estaba moderadamente feliz, mucho más que hacía ya mucho tiempo. Separé la beca en cantidades suficientes para adquirir mis deseos más superfluos y salí a la calle. No llevaba muchas cosas, pero sí algunas de considerable valor monetario.

Entonces, cerca de las 19:00 horas, más/menos 10 minutos, llegué a mi casa. Sabiendo que un examen se acercaba pronto, tomé una responsable decisión y decidí dirigirme a la biblioteca del H. ITSLP para procurarme un libro que me permitiría adquirir aún más conocimiento del que tengo. Antes, tenía que realizar algunas actividades. Una de ellas, - la que más me urgía – era la de cargar mi querido teléfono celular, puesto que minutos antes me había avisado que le quedaba menos del 4% de batería. Hecho esto, entré al baño, miré televisión y emané barra.

Algunos minutos después, decidí que era hora de ir por el mencionado libro. Recogí la barra que emané, me mojé el cabello y miré el celular. Batería 69%. Aún no estaba cargada, pero era suficiente para poder ir al Tecnológico, buscar el libro, regresar y demás. No quería llevármelo, pero la necesidad de estar comunicado era imperiosa. De esta manera, a las 19:30 horas, más/menos 5 minutos, salí de mi casa.

Recorrí algunas calles de la laberíntica colonia en la que vivo. A poco más de la distancia de la mitad del camino entre el Tecnológico y mi casa, llegué a una amplia calle en la que observé a varios niños jugando fútbol y a dos adolescentes sentados en la calle, casi junto a ellos. Sin darle mayor importancia al asunto (en mi colonia los únicos adolescentes que no jugamos fútbol somos mi hermano y yo), seguí mi camino. Justo al dar vuelta en un callejón, uno de los adolescentes se levantó. Aceleró su caminar y cuando yo llevaba poco menos de la mitad del callejón me gritó:

- Saca para unas “Guamas” mí.

Conocedor de que es mejor cooperar ante una solicitud de tan amable procedencia, traté de recordar si tenía alguna moneda de valor suficientemente grande para satisfacer su sed de cebada, pero no suficiente para merecer valer un billete. (O sea, entre 5 y 15 pesos querido y teórico lector despistado). No obstante, mi capital se reducía a unos miserables $2.00 en monedas de $0.20 y un billete de $200.00. Por tal motivo, tuve que contestar con algo no muy inteligente:

- No traigo, chavo.

El avispado pero desorientado sujeto, dotado de lo que yo imagino es experiencia, notó que mentía, por lo que rápidamente respondió en un tono más elevado:

- Sí trais.

Al decir esto, sabía lo que se avecinaba. Ni siquiera me importó el uso del español tal malo que le dio al verbo traer.

- En serio, no traigo.

Todo esto sucedió mientras seguía avanzando por el callejón. Algunos pasos después de la mitad del callejón, el individuo corrió rápidamente, por lo que pude deducir que no estaba ebrio. Velozmente, se puso frente a mí e impidiendo mi avance entonces me dijo:

- Entonces saca lo que traigas

Al estar frente a mí, pude observar sus rasgos físicos. Era delgado, muy delgado, alto, inclusive más alto que yo. Tenía el cabello largo y peinado hacia atrás.

- Sólo traigo esto

Al decir esto, saque rápidamente las monedas de veinte centavos y se las mostré.

- ¿Qué mas trais?

No podía decirle que un billete de doscientos. Solo me quedaba una alternativa. Golpear, patear y correr como una niña asustada hacia un taller mecánico muy cerca del callejón. Había pasado por ahí y sabía que estaba abierto. Sólo tenía una oportunidad. El individuo notó que planeaba algo, (ó no lo se, posiblemente así fue planeado) y chifló fuertemente. El otro sujeto se levantó, corrió precipitadamente y se puso detrás de mí. Ahora estaba entre los dos sujetos.

Muchos escenarios pasaron por mi mente en cuestión de instantes. Si empujaba a uno, si pateaba en los testículos al otro, si corría, si les daba el billete, etc. Entonces, noté algo que me dejó perturbado: El segundo sujeto tenía una mano metida en el bolsillo de su chamarra. No la sacó ni un instante. Había dos posibilidades:

1.- Sólo estaban blofeando. No tenía nada y querían amedrentarme.

2.- El sujeto tenía una pistola, un destornillador, un cuchillo, una varilla, un sacacorchos, un taser, un picahielos, una cuerda de piano, un boxer o cualquier otro objeto que pudiera realizarme una herida.

Pero, esto no era sexi-póker. Era la vida real. No podía arriesgarme y encontrarme con que no mentían. Asumí que iban armados.

- Saca el celular – dijo el segundo sujeto.

Tocando los bolsillos laterales del pantalón encontraron el W600. Lo saqué y lo tomaron.

- Dame el reloj. – Dijo el primer sujeto.

- No, el reloj no. – Dije suplicante.

- Dame el reloj o aquí te quedas.

Sabiendo que no podría contra los dos, en especial si era verdad que al menos uno de ellos venía armado, decidí quitarme el reloj.

- ¿Qué mas trais?

Solo traía mi cartera. ¿O no? ¡No! ¡Traía la voyage 200!

Para el querido y teórico lector que no conoce lo que es una Voyage 200, le diré que es una calculadora, de precio considerable y de capacidades brutales. Indispensable en la carrera de Ingeniería Mecatrónica. Aunque, mi celular era más caro que la calculadora, esta última, al ser indispensable era algo que no podía perder. Ahora sí, tenía que decidir. Si ellos encontraban la Voyage tendría que pelear y era casi seguro que perdería…

“ En mi vida solamente me he peleado dos veces. En la primera gané. En la segunda, aunque fue un empate técnico, creo que yo fui el que salió perdiendo”.

- ¡Hazle báscula! – Le dijo uno al otro vago.

Sabía que si revisaban la mochila todo valdría madre. Tenía que hacer algo. Simplemente hice entonces lo que mi sentido común me dijo que era lo mejor:

- De perdido déjenme las credenciales.

Al decirles esto, sacaba la cartera de la mochila. Los individuos, al ver este acto, parecieron calmarse. (Imagino que ellos pensaron que no quería que revisaran la mochila por que encontrarían la cartera).

Les mostré la cartera y abriéndola al máximo, el primer sujeto sacó el billete de $200.00 y el dólar de la suerte que traía conmigo.

Al menos fueron “amables” y me dejaron la cartera con todo y mis identificaciones y tarjetas.

Se alejaron con rumbo al Tecnológico y me dejaron muy claro que si los seguía no la iba a pasar bien.

Entonces decidí regresar a mi casa. Justo en la esquina de mi casa, encontré un policía en bicicleta. Le comenté lo que había sucedido y rápidamente fue en su busca. Dudo que los haya encontrado. Tal vez los encontró y lo sobornaron. Tal vez los tipos fueron a Don Lolo a festejar su acto. Como sea, yo no lo sabré jamás…

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Así pues, pasó el día anterior.

Después de la frustración, el susto y la pérdida de mi celular de $3600.00 (según mercado libre), todavía tuve que sufrir con los cuestionarios de:

a) Mis padres

- ¿Qué te hicieron? – Pregunta mi madre preocupada

- ¿Qué te quitaron? – Cuestiona mi padre solo un poco más materialista.

- ¿Te pegaron? – Plantea mi madre muy consternada.

Todas las preguntas fueron contestadas, excepto una que hizo mi padre:

- ¿Quién fue?

Me vi tentado a decirle que perdí la tarjeta que los amables asaltantes me dejaron, pero al ver que estaba preocupado me limité a decirle que no sabía.

b) Mis vecinos

Con las mismas preguntas que mis padres, fueron atosigándome uno a uno mis pintorescos vecinos. A ellos también los habían asaltado en otras ocasiones. Por eso era la razón de su preocupación: No querían saber que me pasó, si no saber si fueron los mismos que los asaltaron a ellos.

c) Mis compañeros de clase.

Otra vez, mis compañeros me preguntan lo mismo. Aunque ellos lo hacen más con el morbo de saber que pasó, como estuvo que si me encontraba bien. Además, se notaba la satisfacción que algunos de ellos tenían al saberme vulnerable.

Juguetonamente algunos de ellos me preguntaron:

- ¿Qué te asaltaron mi Teh Dib?

- Sí, así fue Chuy.

- ¿Cómo fue?

- Prácticamente como la mayoría de los asaltos.

- Por eso, pero ¿Cómo?

- Tú sabes. Se me acercaron dos sujetos, me dijeron:

o Buenas noches amables caballero, nosotros somos asaltantes de profesión y decidimos que Ud. Será nuestra víctima hoy; esperamos no incomodarlo mucho.

Irónicamente, hace algunos días, mi profesor de ética me preguntó que haría si me robaran mi reloj. Yo le contesté secamente:

- Usaría otro.

Él entonces comenzó a balbucear acerca del valor sentimental de las cosas. Que si no me importaría, que debería preocuparme más por el valor no material de las cosas, etc.

Ahora le digo:

ESTOY USANDO OTRO RELOJ.

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Las cosas que me quitaron:

a) Mi celular W600i.

b) Mi reloj Casio (qué según mi padre cuesta más de $1000.00 pero yo dijo que no llega a los $600.00)

c) $200.00

d) USD $1.00

Las cosas que no me quitaron pero pudieron haberlo hecho:

a) Mi Voyage 200 (ahora con un programa para circuitos digitales)

b) Mis tennis.

c) Mis anteojos.

d) Mis credenciales (incluyendo la de la beca).

e) Mi mochila.

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Dejando a un lado este acto, te comentaré, querido y teórico lector, que este es mi CUARTO asalto. Uno por nivel académico:

1.- En la primaria: Mi bicicleta.

2.- En la secundaria: $3.00 y el reloj de un compañero.

3.- En el cobach: $20.00 y un reloj.

4.- En el ITSLP: Todo lo mencionado.

P.D. Se que los asaltantes nunca verán este post. No obstante, me gustaría externar mis más oscuros pensamientos hacia ellos.

Dejando a un lado el hecho de que quisiera ser una especie de vengador anónimo que le hace el paro a las personas por el hecho de estar traumado, o sea, como Batman, Daredevil, el tipo de V for Vendetta, etc. También me gustaría arrancarles las bolas y venderlas como adornos para espejos retrovisores.

Nos vemos.

PD. 2.- Ya casi está listo el post de Potabilidad que tanto me han sugerido.