domingo, julio 17, 2011

Centésimo cuadragésimo sexto - Impresora -

Querido y teórico lector, como sabes soy un estudiante de maestría. Y como estudiante de maestría de tiempo completo, la beca de CONACyT ayuda mucho. No te dan una cantidad particularmente elevada, pero te permite darte algunos lujitos: ir al cine de vez en cuando, comprar un libro de Benedetti, ir a cenar a Chili's una vez al mes, y cosas así. Sin embargo, tampoco es particularmente generosa. Es entonces cuando duele ver que necesitas un libro de USD $200.00. O comprar ¡Un paper! por USD $40.00. Y luego resulta que necesitas otro libro muy parecido al que ya compraste, pero diferente. Y ahí van otros USD $150.00. Después de repetir consistentemente la necesidad de adquirir libros y papers que no encuentras en la biblioteca es cuando decides que -como dice el comercial - te vale y recurres a la piratería. No voy a discutir en este post el hecho de que las editoriales ganan una cantidad obscenísima de dinero, mientras que el autor sólo ve un atisbo de eso. La piratería está mal y en la medida de lo posible trato de evitarla, pero cuando te venden un libro a USD $30.00 por capítulo, los mandas a chingar a su madre y lo buscas como e-book.

El problema de tener un libro como E-book es que a menos que tengas un Kindle (o su equivalente) leerlo es una patada en la entrepierna. Sí, puedes usarlo como referencia rápida, pero para estudiar concienzudamente, para leer en el camión o para nivelar la cama, te sirve para pura chingada. Es ahí cuando dices: ¡No pinches mames, necesito imprimir esta madre! Y aunque puedes usar la impresora de laboratorio, tarde o temprano alguien notará que hay como 1500 páginas menos de toner. Como a muchos del laboratorio nos pasa lo mismo, decidimos comprar una impresora entre todos. Una impresora de esas baratas, con sistema de tinta continua y un litro de tinta negra, además de 2 cajas de hojas. Todo con la intención de imprimir todos esos libros que se nos niegan valiéndoles poco menos que una madre nuestra necesidad de conocimiento.

Por tal razón, querido y teórico lector, hoy tengo la oportunidad de presentarte:


¡La puta impresora!
Los cartuchos no son originales... dé click aquí para corregir ese problema


El día primero de mes, que es el único que tenemos dinero, nos lanzamos al único lugar que conocíamos en el que venden impresoras con sistema de tinta continua: La plaza de la computación. Como buenos pueblerinos que somos la mayoría de los que fuimos, aceptamos un aventón de un compañero que se dirigía para ese rumbo. ¡A la verga! Hicimos como hora y media gracias al tráfico. ¿Cómo perras haces hora y media en un tramo como de 20 Kilómetros? Muchas gracias Ciudad de la Esperanza.

Ya por allá, estuvimos viendo varios precios en distintas impresoras. La mayoría tenía escáner, cosa que a nosotros no nos importaba, porque hay uno de excelente calidad en el laboratorio. Sólo queríamos una impresora que aguante chingazos. ¡8 horas de estar imprimiendo sin que haya pedos! Así se lo hicimos saber a todos los vendedores, y curiosamente todos nos ofrecían la solución adecuada a nuestro problema.

- No te vas a acabar esta impresora - Decía uno, - Chingo de impresiones, amigo - juraba el otro, como si "chingo" me dijera un buen. - Cómprame o Róbame, pero llévate una - Decía uno más gracioso. Finalmente nos encontrábamos en la disyuntiva de si comprar una Epson o una Canon. Ambos por el mismo precio, el sistema de tinta continua incluído y con garantía de 3 meses sobre el sistema y un año sobre la impresora. Ninguno de nosotros sabe un carajo sobre impresoras, más allá de que tienen un hamster mágico que tira tinta según le digas, así que al no poder elegir por calidad lo dejamos a la suerte: un volado.
¡Y que compramos la Epson!

Llegamos al laboratorio y todo era felicidad: un libro de unas 950 páginas ya estaba siendo impreso (con tres copias, por cierto), putísima y se casó de blanco, ni los mineros trabajan tanto como lo hizo esa impresora. Y un buen día, como una semana después de que la compramos, se negó a imprimir. Aparecía un mensaje de "Error General, Retire todos los obstáculos, resetée la impresora, baile bajo la sangre de una gallina negra, y espere a que al menos 4 de los nueve planetas se alineen para corregir el error". Lo único que sacamos de esa información fue darnos cuenta de que la impresora había sido manufacturada antes de que quitaran a Plutón la categoría de planeta, porque por lo demás, nos sirvió para pura chingada.

Tan encabronados como lo puede estar cualquiera que pagó la tercera parte de una impresora defectuosa, nos lanzamos a hacer válida la garantía al lugar donde la compramos.
- Su chingadera no jala.
- ¿Cómo crees?
- Pues así. No jala.

Después de repetir a conciencia todo lo que decía el manual que hicieras (básicamente, tirar tinta como pulpo orgasmeando) el encargado decidió que la neta el problema superaba sus capacidades de ingeniero en sistemas y la mandó a soporte técnico.

- Regresen en una hora. - Nos dijo con una hueva que haría vomitar de envidia a un koala.

Mientras el servicio técnico se encargaba de revisar, arreglar y regresar nuestra impresora nos fuimos a comprar unos tacos que se nos prometieron épicos: Lo único épico en ellos era el nivel de cólera que podían contagiarte, porque la verdad muy buenos no estaban.
Con dos tacos y un agua de fresa más en el estómago regresamos como 70 minutos después.

- Que va a estar hasta mañana, dice el técnico. - Mmm'ta madre... la puta que lo parió. Me hizo perder una hora de mi vida que nunca regresará.

Pero bueno, luego de batallar para subir al trolebús (porque al parecer, los ancianos creen que las filas de abordaje sólo son para jóvenes rebosantes de energía) y como un chingo de tiempo después, llegamos al CINVESTAV.

Al día siguiente, bien chingones nosotros, hablamos por teléfono y nos informan que ya está la impresora. Valiéndonos queso otra vez el tráfico, llegamos a la tienda y nos muestran que la impresora ya funciona. Felices como duendes llegamos a la escuela y ponemos a imprimir lo que falta del libro. Ni una hoja imprimió cuando volvió a marcar el error. ¡No me toques los cojones!

Vamos al día siguiente y como solía decir el Autor - con una mano en la cintura y un dedo en el culo - exigimos que nuevamente la repararan.

- ¡Pero cómo si ayer funcionaba bien!
- Sí, pero bueno... ya no.
- ¿Pues qué le hacen?
- La ponemos a imprimir. Nada más. Si se hubiera descompuesto por hacerme un sandwich no estaría aquí.

El chiste es que nos dijeron que fuéramos al día siguiente. Ya más hábiles en este pedo de exigir nuestros derechos como compradores, hablamos por teléfono y preguntamos por el status de la impresora.

- Es que no ha llegado el técnico. Mejor habla mañana.

Al día siguiente, se nos dio la misma excusa, pero ahora el técnico sí había ido, sólo que tuvo que salir temprano. Otro día más y nuevamente, el técnico no estaba porque tenía su examen rectal semanal.

Ya estábamos hasta la madre. Digo, habíamos comprado una impresora para imprimir, no para librarnos de dinero que no queríamos. Varios compañeros nos decían que ya fuéramos, que demandáramos nuestro dinero con energía e ímpetu, que les dijéramos que "a huevo nos la dan jalando, o me das una nueva" y no sé qué otros consejos más nos daban. Querido y teórico lector, quiero que te imagines a tres estudiantes de la escuela para nerds más grande del país, levantando la voz con energía y casi con fuego en los ojos exigiendo el reembolso de nuestro dinero. Bueno, pues por más aterrador que pudiera o no haber sido, no funcionó de ni madres. Nos dijeron que mejor hasta dentro de una semana, que porque iban a llevarla al centro de servicio Epson.

Ya hasta pensando en comprar otra impresora, el día indicado hablamos más por patearles las bolas a los que nos vendieron la impresora que por interés. Sin embargo, nos dijeron que ya podíamos pasar por la impresora. Llegamos a la plaza y vimos con gusto que ahora nos estaban dando una impresora nueva, porque al parecer no pudieron reparar la anterior (o al menos la impresora parecía nueva, que no es lo mismo). Llegamos a la escuela y hasta ahora esa impresora ha chambeado bastante. Lleva más de 6000 impresiones y no se ha rajado ni una sóla vez.

Contra todo lo que yo creía, no todos los que trabajan en la plaza de la computación son tranzas. O tal vez fue que les pateamos demasiado las bolas. O tal vez sí funcionó lo del fuego en los ojos y levantar la voz y parecer rudos. Además, alguno de ellos nos escuchó decir "el doctor se va a cagar". Tal vez pensó que "El doctor" era el apodo de algún narco y por eso se arregló todo.

¡A huevo!