sábado, octubre 20, 2012

Centésimo quincuagésimo noveno - Gay -

Siempre me he sentido orgulloso de ser una persona liberal, que sabe comprender, valorar y respetar el derecho de las personas de hacer de su vida un papalote y metérselo por el culo. Es decir, tú puedes ser religioso, homosexual, sin instrucción básica, reggetonero,  necropedozoofílico fetichista o villamelón-emo-hipster-dark y la neta me vale madre. Si eres chido conmigo, no tienes pedos con el que yo no crea en tus mamadas y no tratas de cambiarme, nos llevaremos bien y hasta podríamos ser amigos. 

Para prueba, mi novia y mi mejor amigo son religiosos (de diferentes religiones, por cierto), mi ex-novia es bisexual creyente (más no religiosa), uno de mis mejores amigos no terminó la prepa, etc. 

No posteo todo eso para que crean que soy bien a toda madre y que el mundo debería ser como yo. En realidad, me vale media madre si crees en Kamisama o en Jesús o en el monstruo de Espagueti Volador, o si te gusta meter y que te la metan o si pasas tu tiempo libre viendo videos del tipo "Two girls one cup". Si no me estás chingando, no hay pedo. 

Y desde que tengo memoria he sido así. Digo, yo no soy gay ni bisexual, pero si tú eres, está a toda madre, mientras no intentes metérmela. Yo soy ateo y no tengo pedos contigo si tú te la pasas en misa todos los días, mientras no vengas a hablarme de que me voy a ir al infierno. 

Todo esto lo menciono porque hace ya algún tiempo me enteré que un amigo de la universidad es gay. Ya abiertamente gay. Eso me sorprendió mucho porque en realidad nunca pensé que tal persona pudiera serlo. No es que quiera poner un "estereotipo" de las personas gay, pero así como hay personas que dices "no tienes cara de llamarte David, tienes más cara como de Ernesto", o "nunca pensé que estudiaras física nuclear" o "pero si parecía tan seria", etc. El punto es que realmente nunca imaginé que tal persona pudiera ser gay. 
No me molestó en lo mínimo que el chavo fuera gay. Lo que me molestó fue darme cuenta de que todo nuestro "círculo" sabía que él era gay, menos yo. Él mismo les había comentado a todos que era gay, excepto a mí. 

Pasé días preguntándome porqué nunca me comentó que era gay. Si siempre he sido buen pedo y nunca discriminé a nadie. Un día una hablando con una de las personas de nuestro círculo, la que yo imaginaba era con quien no se llevaba tan bien, me entero de que también ella sabía. Literalmente, todo el círculo sabía, excepto yo. Sin poder ocultar mi sorpresa le pregunté que cómo era posible que todos supieran menos yo, que me llevaba bastante bien con él. Y fue entonces cuando me llegó intempestivamente, como agua helada:

- Pues... es que eres como homofóbico. Entonces no te tenía confianza para decirte eso. 
Me sorprendió mucho esa respuesta. Como comenté en la introducción de este post, yo no soy homofóbico. Ni de cerca. ¿Qué les dio esa impresión?

- Yo no soy homofóbico. ¿Qué les dio esa impresión?
Luego comenzó su respuesta. Cada palabra que decía tenía completa razón. Básicamente, me tacharon de homofóbico por que mi léxico de ese entonces estaba lleno de frases como:
- ¿Vamos a ir o eres gay?
- No seas joto
- ¡Puto marica!
- ¡Pero qué puñal!
Debo aclarar, que todas esas frases las utilizaba en la forma menos discriminatoria posible, si es que existe tal cosa. No pensaba que "gay" fuera interpretado como homosexual, sino más bien como cobarde. Al igual que joto o marica o puñal. Sé que todos mis queridos y teóricos lectores alguna vez han usado esas frases con la misma intención: decirle a alguien que está presentando cobardía. Por alguna razón, decirle "cobarde" a alguien es mucho más fuerte que decirle "joto". Son realmente pocas las veces que alguien usa la palabra joto para referirse a la preferencia sexual. 

El punto es que mientras que en ese tiempo yo pensaba que lo que hacía era "picarle el orgullo", incentivarlo o simplemente hablarle como se hablan los amigos, en realidad lo estaba bulleando. Estaba implicando que su preferencia sexual era mala y despreciable. Sin querer lo hacía sentir mal. Y sin embargo, él nunca me dijo nada. Nunca se mostró enojado, nunca me reclamó, nunca me dijo que yo era un pendejo ni me partió mi madre (que ciertamente pudo haberlo hecho sin mucha dificultad). El tipo se portó como un caballero y yo como un cobarde diciendo pendejadas sin pensar.

En twitter se ven frases como: "tiene arena en la vagina" (sacada de South Park, creo yo). En el soccer se escucha el "puto" cada que el portero del equipo rival despeja. Inclusive en el EVO 2012 se vio algo similar cuando los mexicanos estaban jugando contra los koreanos. He aprendido de eso. He tratado de evitar el uso de frases que pudieran significar discriminación. He cambiado. O al menos eso trato. 


Desde aquí quiero disculparme con esa persona a la que tanto lastimé. La que era mi amigo y no supe apreciar. El que me enseñó lo que es la verdadera tolerancia y el ser liberal de neta, no de palabra. No creo que nunca llegues a leer esto, pero si lo haces, quiero que sepas que has cambiado la mentalidad de una persona de formas que no te imaginas. Me has hecho una mejor persona.


Actualización:

Rox hizo el favor de poner un video en los comments que me pareció simplemente fantástico.

Se los dejo.

http://www.youtube.com/watch?v=v-55wC5dEnc


lunes, octubre 01, 2012

Centésimo quincuagésimo octavo - Ciudad de México -

Te saludo, querido y teórico lector. Hoy regresé de un viaje de poco menos de una semana por la Ciudad de México, que tantos se esfuerzan en adorar y tantos otros en atacar. Fue un viaje normal. Más bien genérico. Lo clásico que va uno a hacer a la Ciudad de México cuando no va de vacaciones: a hacer tu chamba, platicar con amigos y criticar hasta los más pequeños aspectos detestables de la ciudad.

Fui a un congreso de Ingeniería Eléctrica, Ciencias de la Computación y Control Automático. Hace algunos meses envié un artículo, lo aceptaron y fui a presentarlo. No voy a aburrirte con los detalles del artículo o del congreso y solamente diré que me fue bien. Presenté mi artículo, respondí preguntas durante y después de la sesión y asistí a un par de conferencias que estuvieron interesantes. Ciertamente será útil revisar sus papers en las memorias del congreso. 

Aquí trataré de comentarte mis pensamientos sobre la ciudad. Sobre el viaje. No puedo subir el artículo directamente al blog por problemas de Copyright con IEEE, pero si realmente te interesa, puedo envíartelo por correo. 

La Ciudad de México tiene muchas cosas que me gustan: comida barata, Doña Gorda, chingos de museos, teatros, plazas, bueno y barato transporte, etc. Pero también tiene cosas que me patean la entrepierna con furia renovada cada vez: muchísima gente, un clima de las mil vergas, poca conciencia social y sobre todo, que es encabronadamente grande. Ridículamente grande, para ser preciso. 

Debido a que soy pobre y tuve que pagar el congreso y el pasaje y la verga de ocho patas (muy importante) tuve que quedarme en casa de una tía para no gastar dinero en hotel. Además, hay que visitar a mi tía de vez en cuando. Eso no sonaba tan mal, hasta que te das cuenta de que su casa queda hasta el otro extremo de la ciudad y literalmente un día hice tres horas para llegar al congreso. ¡3 putas horas! Me pude haber hospedado en Querétaro y habría hecho el mismo tiempo. Y no solamente tuve que aguantar tres horas de pie en el tren ligero y luego el metro y luego un camión. También tuve que soportar que los chilangos no tengan respeto alguno por el espacio personal y se empujaran inmisericordemente dentro del transporte para llegar cinco minutos más temprano (o menos tarde) a su destino. El puto vagón iba lleno como la chingada, pero a huevo que se podían meter más. Nada más era cosa que nos apretáramos unos contra otros. Dos o tres horas más y yo creo que nos hubiéramos convertido en diamantes.

Tal vez podría soportar el hecho de que se llenara tanto el tren ligero. Lo que me patea las bolas es que una vez que ya estás "formado" en primera fila para abordar el transporte, en cuanto se abren las puertas es tierra de nadie. Todos quieren entrar a huevo primero. Y putísima y se casó de blanco si tratas de entrar como una persona civilizada: todos te empujan, te dan codazos, te mientan la madre. Digo, yo ni me quería sentar, porque seguramente en una estación posterior tendría que levantarme a dejarle mi lugar a una viejita. ¿Cuál es la pinche prisa por entrar? Realmente me cagó eso. ¡Hay bestias más civilizadas, chingada madre!

El metro es mucho más relajado. A menos que te toque en hora pico, porque ya te cargó la verga. Pasa exactamente lo mismo, pero aumentando. Hay tanta pinche gente que sale del culo de no sé quién, que quiere meterse a huevo, aunque el vagón está al tope. ¿Y sabes que es lo peor? ¡Que lo logran! Ya sea por puros tanates o porque queda por ahí un hueco diminuto, pero se meten. 

Me cae que me gusta la ciudad, pero me cagan los chilangos.

En otros puntos, la Ciudad es grande. Mucho. El sábado por la noche fui invitado a una reunión. O bueno, la verdad ya ni supe si sí fui invitado o no, pero el chiste es que hice unos cálculos rápidos con Google maps y suponiendo condiciones ideales, me hubiera gastado más en taxi que lo que me hubiera gastado en bebidas. Fácil me hubiera salido en unos $300.00 no'más el taxi de ida. Tal vez un poquito más barato el de regreso porque supongo no habría tanto tráfico. Pero pues no chingues. $500.00 en puros taxis... en eso me salió el pasaje de SLP a la Ciudad de México o una noche de hotel en uno no tan pinche.

Lo chido fue que vi a mis amigos del CINVESTAV. Comí chingón, platiqué aún más chingón y recordé buenos tiempos. Me da nostalgia la escuela, y me dieron un montón de ganas de entrar al doctorado, coraje por no poder hacerlo y curiosidad por imaginar todo lo que podría saber y hacer en ese lugar. 

Fue un viaje chido. Aprendí algo, visité amigos y recordé lo que era ser un estudiante de maestría.