domingo, septiembre 30, 2007

Sexagésimo primero - La vida -

Saludos querido y teórico lector. Te saludo desde mi trabajo, en donde he aprendido muchas cosas... entre ellas, que adoro rotar en mi silla de oficina mientras tarareo en mi mente la canción "The Internet is for porn". No tengo temas para criticar. En verdad es una sorpresa. Siempre creí que cuando trabajara mi vida estaría llena de anécdotas o críticas dignas de aparecer en este blog. No obstante, después de la "intensa" actividad sufrida en el evento que relaté en el post anterior, la calma aparece de nuevo, con su velo de aburrimiento y conformismo; las anécdotas o críticas se muestran más lejanas cada día y me cuesta más trabajo encontrar algo merecedor de ser leído por tus cultos ojos.
Podría irme a lo fácil y criticar hasta que me harte la patética película de Resident Evil 3: Extintion. Pero desafortunadamente es TAAAAAAN mala que me da flojera hablar de ella. Secuencias de acción aburridas; muchos zombies, pocas muertes; malas actuaciones; un Tyrant PÉSIMO, inclusive peor que Némesis... Una historia inconclusa, convenientes formas de morir sin mostrar más allá de lo estrictamente moral, podéres psiquicos inexplicables con malos efectos y peor música... es una de esas películas en las que a media función te preguntas: ¿Por qué no estoy viendo a Jackie Chan en Rush Hour 3? Digo, valió los $47.00 de la entrada, los $14.00 de las gomitas y los $32.00 del refresco sólo porque estaba acompañado por una agradable señorita; ya que de lo contrario, ni los $5.00 del camión valía. La única parte que disfruté es al principio de la película, en la que sale un comercial de Coca-Cola que dice más o menos así:


- ♪ Tienen que ver cómo salí, riámonos de mí ♪


De hecho, si tengo un post. M'kay dos, pero el de potabilidad tendrá que esperar todavía algo de tiempo. Y el otro que tengo en mente... ese post también tendrá que esperar, pero no creo que sea mucho tiempo. Ya lo pensé, lo imaginé y he estado a punto de escribirlo, pero considero que aún no es el momento para tal efecto. Ese post será un post más especial que cualquiera que haya puesto jamás, y tal vez más que cualquiera que pueda poner en el futuro.
Ya que has leído hasta aquí querido y teórico lector, no puedo dejarte solamente con mis pensamientos... M'kay si puedo, ya que para eso es mi blog: para poner lo que yo quiera... pero ya que soy bien buena onda y todos desean ser como yo, te presento a continuación:


La vida es una perra
Si la vida te da la espalda... patéale el %&$#


Durante la preparatoria, tuve interesantes e interminables discusiones filosóficas con Dio acerca del destino y el sino. Hoy vengo a comentarte esto. No recuerdo mi posición en aquellos días con respecto al libre albedrío. No recuerdo si estaba de acuerdo con la idea de que el destino está escrito o si coincidía con su antítesis. Pero recuerdo algo... si el destino existe, este no puede ser cambiado. Tal vez te preguntes, querido y teórico lector, el por qué comienzo con patrañas filosóficas en este espacio en que vienes a leer algo que te distraiga de la cruda realidad... fácil, como siempre.

Hoy en la mañana, se me antojó un mocaccino. Me dirijí a la máquina de café del trabajo, introduje mis $5.00, le solicité extra azucar y elegí el café. Mientras la máquina realizaba su delicioso trabajo, observé en la máquina de golosinas unas donas que me cerraron el ojo. Tomé mis $6.00 los deposité en la máquina, seleccioné el número correspondiente a las donas y miré con impaciencia el sutil pero armonioso girar de los espirales que llevarían esas donas a mis manos. Pasaron varios segundos y el espiral se detuvo... con mis donas atoradas en una parte. Esto en verdad fue castrante. Solo unos milímetros de giro más y hubiera tenido esas donas en mis frias y sucias manos. Estaba hambriento, seis pesos más pobre y sin esas donas que casi me hicieron salivar...Enojado, regrecé a la máquina de café para ver como aparecía intermitentemente el letrero de "retirar" en su pantalla de LCD. Con premura, abrí la protección y con el cuidado de un androide neurocirujano saqué mi café de la máquina.A la mitad de la tasa. Hasta ahí llegaba el nivel del café que me sirvió el armatoste. Me cobró cinco pesos por un vaso de café lleno hasta la mitad. La panacea de los malos desayunos es cuando no te dan tu vaso de café lleno. En ese momento es cuando me regresaron a la mente aquellos días de careos filosóficos en el cobach. Me pregunté a mi mismo si es que el destino está escrito, será tan específico como para preveer y asegurar que no obtendría mis donas.Imagino que si el destino está escrito, este se preocuparía por cosas como con quién te vas a casar, cuántos hijos vas a tener, cuanto tiempo durarás en coma cuando te atropelle una motocicleta o si los goeyes de Lost saldrán de la isla. Me parece enfermizo que en verdad tenga detalles tan minuciosos como los mililitros de café que me servirán.

Pero... entonces ¿Por qué pasó? Si no es el destino, ¿qué es lo que me privó de mis donas? ¿La suerte? ¿La vida? ¿La ley de Murphy? ¿El azar? ¿Karma? ¿Todas las anteriores?Es entonces cuando recuerdo que toda mi vida ha estado llena de esta clase de detalles. Los días en la primaria en la que me quedaba sin pizzerolas o sin raspatitos porque había mucha gente formada en la cooperativa. Los horribles días de la secundaria en los que no alcanzaba a comprar molletes porque se acababan los boletos... o cuando me acusaron de llevar una revista pornográfica en segundo año. Esa será una historia que les relataré algún día. Con elementos así, principio a descartar posibilidades... suerte... no. La suerte aparece en momentos en los que el azar se presenta con toda su furia. Y aunque las leyes de las posibilidades puedan ser modeladas matemáticamente, siempre tendrán un factor de suerte (hasta que alguien descubra como modelar la suerte matemáticamente). Ergo, el azar también queda descartado de las posibilidades. La ley de Murphy... esta es una de mis candidatas mas fuertes. Aunque conociendo la ley, no solo me hubiera quitado mis donas y mi café, también hubiera hecho que explotara la máquina o que en lugar de venir cuatro donas solo vinieran dos... cosa que me hubiera enfurecido más que no recibirlas. O me hubiera tirado la máquina encima, rompiéndome las piernas y demostrándome el poder del caos enunciado por la Ley de Murphy. Karma... ¿Quién en su otra vida fue tan malo como para no poder darle unas donas en esta vida? Casi estoy seguro de que si Hitler hubiera solicitado esas donas la máquina gustosa se las proporcionaba. Ghengis Kan hubiera matado en su otra vida a 1000 doncellas si no obtenía ese café lleno. Y en esta vida el maldito ha de trabajar en una fábrica de café. Seguramente en mi otra vida fuí un incendio que acabó con millares de hectáreas de cafetaleros. Solo así se explica que se me niegue tan inconsiderablemente mis antojos más primitivos.

Es entonces, cuando por eliminación, llego a la enferma conclusión de que la culpable es la vida. La vida en general tiene algo contra mí. Me quiere vivo porque soy como su juguete favorito. Me quita mis pastelillos y mi bebida para que recuerde lo que se siente estar vivo. Se burla de mí privándome de la obtención de caprichos sin sentido y otorgándome las más raras experiencias.Es bueno estar vivo.

Como llegué a esta conclusión... no se. Tal vez tuve un momento de inspiradora locura, igual como le ocurrió a Newton con la manzana y la ley de la gravitación universal. El obtiene un golpe en la cabeza e inventa la ley de la gravitació universal y el cálculo.Yo, no recibo un desayuno de oficina y divago psicóticamente para hacer un blog.Definitivamente el y yo no somos tan diferentes.

Hace poco, inesperadamente me di cuenta de que algo que había deseado toda mi vida, y que durante algunos momentos pareció estar tan cerca de mí, se me ha negado atrozmente.
Luché insaciablemente por obtenerlo y solo porque la vida es una perra, se lo otorgan a alguien más, cuyo esfuerzo no ha sido ni lejanamente igual al mío.
No tienen una idea de lo frustrado que estoy en este momento. Nunca en toda mi vida, o en mis vidas pasadas, me había sentido tan frustrado como en este momento. No solo estoy frustrado hasta vomitar. Estoy enojado. Enojado con el sistema, con las personas que directa o indirectamente me hicieron regurgitar mis anhelos. Enojado con la vida por que siempre me niega lo que quiero y le da a los demás zánganos lo que caprichean.
Gracias a esto, me doy cuenta de que los asesinos más famosos no hicieron lo que hicieron por que estaban locos, o por sadismo. Ni siquiera por dinero o por venganza. El sentimiento que más fácil te lleva al odio irresistible es la frustración. No creo matar a nadie. Tal vez me sobra frustración pero me falta valor.


Recuerdo una canción que alguna vez escuché que se titulaba “Sucks to be me”. Más o menos es lo que siento en estos momentos de infinita frustración. Si yo fuera alguien más, una persona, animal, fantasma o quimera; pero diferente de mí, no me sentiría tan horriblemente frustrado. Pero la vida quería que yo fuera yo y no alguien más. Y esto, aunque no lo creas, rompe las bolas.

Es descorazonador el ver lo fácil que las esperanzas, los sueños y los deseos son combinados, licuados y luego tirados en una mezcolanza de porquería que a nadie más que a ti le importa. Para la vida, el esfuerzo es como un infomercial… te entretiene verlo, pero nunca pagarías ni un centavo por lo que anuncia. Solo aprendes eso de una manera: a golpes. No importa que tan bien lo escriba o que tan aduladoramente petulantes sean las palabras que alguien pueda decirte; no sabrás que la vida es una perra hasta que te muerda las nalgas.
Digo, todos somos idiotas. Tú, yo, aquel idiota que se sorprende de que le digan idiota…

Celia Cruz popularizó una canción que Pimpinela Escarlata inmortalizó al utilizarla como su canción de entrada en las luchas: “La vida es un carnaval”. Esto, tal vez sea cierto para las personas que de alguna u otra manera tuvieron la suerte de nacer agradables a los ojos de la vida. Pero para el resto, para las personas normales que batallamos todos los días con peculiaridades de nuestras incapacidades o limitantes ya sean físicas, emocionales, intelectuales o materiales la vida es todo lo que quieran, menos un carnaval.
No recuerdo en donde vi una frase que decía más o menos así:

- La vida es como una gran montaña de porquería. Capas y capas de porquería una sobre otra. Te pasas toda la vida escalando montañas de porquería solo para llegar a un nivel de porquería mejor que los demás. Todo para llegar a tener una mejor montaña de basura que los demás que están en el mismo nivel de porquería.
La vida es ciertamente hermosa. Pero no por eso deja de ser una perra. He descubierto esto a los 21 años, pero no por esto dejaré de disfrutar cada momento

Para terminar, quiero mandar un saludo, un beso, un abrazo y una felicitación muy especial a la ahora Lic. Gabriela que ya se graduó y se tituló por promedio. P’SAHUEVO.

Y un saludo, un beso, un abrazo y una felicitación muy especial a la ahora Ing. Rosalba que no solo ya se graduó, no solo ya se tituló por promedio, sino que además, obtuvo el promedio más alto de su carrera en esta generación. Y por si esto fuera poco, también tuvo el honor de dar el discurso en representación de todos los estudiantes.
P’SAHUEVO x 2.

Bytes!


P.S. La historia de Newton y la manzana es falsa, pero ¿A poco no está chida?

P.S. 2. Este post no está dedicado a la reflexión, ni a la añoranza de la vida. Este post está simplemente dedicado a la memoria de ese café y esas donas que se me negaron.

domingo, septiembre 23, 2007

Sexagésimo - Pantalowned -

Si alguien quiere de verdad algo y lucha por conseguirlo, el universo entero conspira para otorgárselo, nos dicen algunos autores en alguno de sus libros de superación personal, autorrealización y lucha por conseguir los ideales. Esto nos demuestra una vez más lo equivocados que están los autores de esta clase de libros. Cuando realmente quieres algo, cuando realmente lo deseas, el universo entero conspira para quitártelo intempestivamente. Todas las leyes físicas del cosmos, macroscópicas o cuánticas, son avasalladas por una sola ley… la ley única y universal aplicable en todo el tiempo y el espacio: la “Ley de Murphy”.

Usando como introducción el párrafo anterior, te presento querido y teórico lector:


Pantalowned
Creo que no voy a entrar en esto.





Hace algunos días, algunos compañeros y yo tuvimos que asistir a un evento en el que se nos pedía que fuéramos elegantemente vestidos. Para asegurarse de que esto sucediera, los organizadores del evento nos “facilitaron” a un comisionado, que se encargó de todo lo necesario. Tan eficiente como un león marino enyesado, el dinámico comisionado tomó toda clase de decisiones sin considerarnos, eligiendo con desatinado rigor desde los más pequeños hasta los más colosales detalles.
Para comenzar, nos eligió un traje muy “soso”. Un color con el que nadie estaba de acuerdo, un corte que en lugar de parecer traje parecía carpa de circo y claro como no, una corbata más fea que su puta madre.

Un mal día simplemente nos dijo, “ya está su traje, vayan a medírselo”.
Así, con una autorización tan grande que parecía que tuviera a Salinas agarrado de los huevos, nos mandó sonoramente a la verga todas las esperanzas que tuviéramos de elegir un traje bonito y - como dice El Autor - con una mano en la cintura y un dedo en el culo nos owneó brutalmente.
Bueno, ni modo. Shit Happens; es una de las tantas enseñanzas que te da la película de Forrest Gump. Esperemos que el resto del evento sea mejor que esto y que nadie vea el traje.

Más a fuerza que de ganas, te mides el traje y te dices a ti mismo que no te ves tan mal. Te sigues diciendo eso deseando que si lo dices suficientes veces, tal vez se haga realidad.
Al menos es un traje nuevo… te servirá para otras ocasiones. O al menos eso crees.

A solo un día del evento, todavía no tienes noticias de tu traje. Te llegan esporádicos rumores de que se tiene un problema con uno de los trajes. No le das mayor importancia. Ya te encuentras a solo unas horas del dichoso evento y sigues sin tu traje.

El evento está a míseros 20 minutos de comenzar. Te encuentras con el comisionado al que amablemente le solicitas tu traje. Él, toma uno de ellos, saca una hoja de papel del saco y sin leerlo, te lo da, afirmando que es el tuyo. De esta manera, sales corriendo a algún baño, vestidor o detrás de unos arbustos para cambiarte.
Sacas el pantalón… no recuerdas que sea algo tan feo. Bueno, podría ser peor.

Levantas el pantalón para verlo bien. Estiras completamente la cintura de este y con molesto desconcierto te dices… creo que no voy a entrar en esto.
Infantilmente, piensas que tal vez ya hayas adelgazado unos 40 Kg. y que por eso ahora tu cintura luce así. En la realidad, sucede algo más o menos así:

- Vaya, creo que si adelgacé bastante. ¿A poco si puedo entrar en esto?
- … … Primero una pierna… no, creo que no entraré.
- … … Mmmm.

Cuando te das cuenta de que no entrarás al pantalón ni aunque le grites, lo amenaces o le supliques, entiendes que alguien se equivocó al darte tu traje. Deseas fervorosamente que alguien más tenga tu traje y que lo encuentres pronto.

Antes de quitarte el pantalón, te ves en el espejo… luces más o menos así:


Esperanzado aun, inútilmente decides ponerte el saco para ver si “sólo se equivocaron en el pantalón”… algunos pujidos después te das cuenta de que el saco que te dieron tampoco era el tuyo. Necesitaría ser unos 15 años más joven para poder entrar en ese traje.
Salgo del lugar en el que me cambio, recorro los cientos de metros que me separan del organizador que cometió la gracia de darme un traje de unas 5 tallas más chico que el mío. No lo encuentro… nada por aquí, nada por allá… la ceremonia ha comenzado. Tal vez esté dentro lamiendo las botas de alguien. En eso, ves una sombra. Luce como si fuera una persona de 1.60 metros vistiendo el traje de una persona de 1.85.
En efecto, es uno de tus compañeros. El también parece darse cuenta de que los trajes están cambiados. Hábilmente deciden intercambiarlos. Para esto, se van de nuevo a un baño, a unos vestidores o detrás de unos arbustos.
Ya que tu compañero está con el traje y tú no, deciden que se cambie él primero. Después de algunos minutos, se escucha una exclamación de satisfacción…
- Este si es mi traje - Se regodea tu compañero.

Optimista, entras a cambiare tú. Te pruebas el pantalón… M’kay! En este si entro. Te pruebas la camisa… MIERDAAAA!!! De la camisa te queda apretado el cuello, las mangas una pulgada más cortas y para acabarte de molestar, te picas con uno de los centenares de alfileres que tenía.
Sigue el saco… M’kay, bien de los hombros… bien del abdomen… MIERDAAA!!! Las mangas me quedan chicas otra vez como una pulgada. Los botones están un poco MUY arriba de donde deberían, lo que hace ver chico el corte del saco.
Sales todo owneado y al verte en el espejo, ves ya no sorprendido, sino resignado que el pantalón te queda corto como media pulgada.
Debió ser en efecto una imagen pintoresca.

Cuando llegas al evento, este casi ha terminado. Afortunadamente no te verán muchas personas esta vez. Aunque esto no ha acabado…

El siguiente día, es el punto clave del evento. Llegas puntualmente, casi tan desvelado como avergonzado. Esperas en la entrada a ver si haya algún incendio o algo en donde puedas arrojar tu traje.
Ya casi es hora. Todos tus compañeros están presentes. También está presente una persona que hace las veces de consultor, y que es el representante de ustedes. Castrosa como una maestra de química, te patea la entrepierna con sermones acerca del respeto y del trabajo en equipo. Posteriormente pone una granada de fragmentación en la misma zona ordenándote - si querido y teórico lector - ORDENÁNDOTE que te pongas la corbata.
Calmadamente le explicas que no puedes ponerte la corbata porque te queda apretado el cuello de la camisa, además le haces ver que el color de la corbata es más feo que una mentada.
Valiéndole media madre o un poquito menos, te vuelve a regañar, te vuelve a recordar que el respeto es un valor único y te vuelve a ordenar que te pongas la corbata. Después de algunos minutos ya tienes la corbata en el cuello… con el botón del cuello desabrochado, lo que te hace ver más como un vago que como un ingeniero. Si hubieras ido sin rasurar no te hubieras visto peor. De hecho, no hubieras resaltado más si te hubieras vestido así:


El evento termina y tienes que asistir a la ceremonia de clausura. Otra vez, con el mismo traje. El problema de la corbata se repite de nuevo, los sermones aumentan exponencialmente y la humillación “in-crecendo”. Antes de que comience la ceremonia, el todopoderoso regidor y supremo firmador de cheques (A.K.A. el director del lugar donde se llevó a cabo el evento) se aproxima contigo y tus compañeros, visiblemente consternado por la noticia de que a un miembro le quedó mal el traje. Propone soluciones varias. Cada una más idiota que la anterior. Al darse cuenta de que las soluciones en las que pensó toda la noche no eran satisfactorias, mejor decide burlarse de ti. Para él, solo tengo un mensaje:

Vaya Ud. A chingar a su madre, adentro de un bote para que suene y en abonos para que le dure hasta el 2009.


P.S. Una felicitación a los concursantes (y ganadores) del XV Concurso Nacional de Ciencias Básicas. Por ahí me contaron que estuvo de la verga la organización. Una felicitación a los de Ciencias Básicas por su 3° lugar en matemáticas, 4° en física y 4° en química. También una felicitación a los concursantes del área económico-administrativo, por su primer lugar en administración. Su pase al nacional estuvo cardiaco.
Ahora, a echarle chingazos.

P.S. 2 Una felicitación al Beto por que hace poco fue su cumpleaños.

sábado, septiembre 15, 2007

Quicuagésimo noveno - Vida Laboral -

‘s up? Querido y teórico lector que desesperadamente ansiabas una actualización del blog. Te saludo desde mi casa, escribiendo estas líneas en el primer momento que tengo de descanso desde hace algunas semanas.
Te preguntarás ávidamente (y si no, deberías) el por qué menciono que no tengo descanso si solo llevo una materia… fácil, ya conseguí residencia.
En efecto querido y teórico lector incrédulo, ya formo parte de la sociedad no solo como un ser, sino como un ser productivo y funcional.
La empresa que tiene la suerte de ser la que me paga, afirma ser la primera en su ramo y, ciertamente, no tengo razones para no creerle.

Pero dejemos los regodeos para otra ocasión. La empresa no me paga para que me ufane.

Por tal motivo, te presento, sin más ni más:


Residencia Profesional
Residente, quiero que el baño quede tan limpio que pueda comer en el, porque voy a hacerlo.


En efecto, después de varias semanas de infructuosa búsqueda he alcanzado satisfactoriamente adecuarme a las necesidades de una empresa.
En esta, estaré asistiendo de lunes a viernes 8 horas diarias. Y eso rulea.

No obstante que solo hace tres días formo parte del mundo laboral, ya hasta me siento con experiencia para relatar los eventos en como se desenvuelven las actividades en la empresa. ¡A huevo!
Primero que nada, quiero decir que tuve mucha suerte de quedar en esa empresa. Pagan razonablemente bien, me dan de comer gratis y claro, como no, es de las más cercanas a mi casa.

El trabajar en una empresa multinacional que factura 8 mil millones de dólares al año te hace ver las cosas de una manera un poco diferente. Va más o menos así:

En la escuela, eras alguien. Podrías ser el listo, el ebrio, el mamón, el que sabía manejar la Voyage, la sexy, el chico especial, el gay, el Arqui, el que sabía simular, etc. Pero en la empresa, no eres nadie… Absolutamente nadie. Eres un grano en el trasero de la amiba más diminuta en el estómago del más patético gusano. Todas las habilidades que según tú te hacían especial, son brutalmente superadas por cientos de personas con las que trabajas. ¿Te sentías especial por que hablabas inglés de una manera aceptable y sabes un poco de francés? Ja. Ahora conoces a personas que hablan español mejor que tú, inglés tan perfecto que los gringos no distinguirían que es mexicano y tiene un nivel de francés tan aceptable como el que puede dar una maestría en Francia. Además, el goey habla alemán al 70% y conoce unos míseros 2000 símbolos chinos. Y, cómo olvidar que todas las demás personas de la oficina, tienen un exorbitante nivel de inglés. Y algunos rebeldes, también hablan alemán.

Te sentías orgulloso de tus reconocimientos en ciencias básicas… LOL!!! En la empresa hay un ingeniero que realizó su doctorado en ingeniería mecánica en el MIT.
Pensabas que tus habilidades de AutoCAD o Solid Works eran buenas… Pues no son nada comparadas con los diseñadores de la planta. Constantemente te dan muestras virtuales de la majestuosidad de una pieza en Solid Works, o de un layout de una línea de producción completa en AutoCAD. Para molestarte más, esporádicamente utilizan el CATIA, solo para calcular momentos de inercia y centros de masa de piezas vomitivamente complejas.
Y aún hasta en el Office te dan tus pataditas. Realizando complejas maniobras en Excel, te permiten manipular eficientes hojas de cálculo. Digo, nunca fui muy bueno en Excel. Sabía ser algunas cosas… lo de siempre, sumas, matrices, aplicar fórmulas entre libros, exportar e importar de bases de datos, crear algunas macros, dar formato a las celdas, obtener algunos conceptos estadísticos y financieros, etc. Pero estos goeyes hacen del Excel un arte. No mamar, en serio. Hacen cada mamada en Excel… me cae que no mamen. Es como si tuvieran Word, Power Point, Publisher, Project, Access, Front Page y una hoja de cálculo en un solo libro de Excel.

Dejando a un lado las actividades en las que no eres nadie, lentamente vas aprendiendo cosas. Pueden servirte algún día, tal vez no. Pero las vas aprendiendo. Cierto día, escuchas una conversación de tu jefe.

Jefe de Teh Dib - No goey, no puedo. Tengo mucho trabajo.


Jefe de The Dib - No, en serio, no puedo. De por sí ahorita no me la acabo con el trabajo. Si no tuviera a Teh Dib no se que haría.

En ese momento, te sientes bien cabrón. Eres alguien importante para tu jefe. El confía en ti y no puede realizar su trabajo sin tu ayuda. Pero la conversación sigue.

Jefe de Teh Dib - Si, si no tuviera a Teh Dib o a alguien que me ayudara.

¡¡¡No mamar!!! O sea que no eres tan cabrón. Te llega de pronto: eres completamente prescindible. Vales tan poco en la cadena alimenticia implícita en el organigrama que ni siquiera apareces. Si te vas, o haces algo mal, siempre habrá otra persona que te remplazará. Y a nadie le va a importar. Absolutamente nadie te va a extrañar. Inclusive en tu dirección de correo electrónico te recuerdan lo limitado que estás, al poner como prefijos palabras como: Limited, Practicante, Provisional, etc.

Varios días después, ya te llevas bien con las personas más cercanas a tu cubículo. Tu jefe, los compañeros de tu jefe, que aunque están a su nivel, no son tus jefes, el ingeniero que tiene 20 años trabajando en la empresa, etc. A todos pareces agradarle… excepto al jefe de tu jefe. No me jodas… nunca le he hecho nada y el goey cada vez que me ve pareciera que le pateé las bolas con mis zapatos con casquillo. Ni pedo, nunca es bueno caerle mal al jefe de tu jefe, pero que se le va a hacer.

Como ya podrás imaginarte, al ser el residente, no solo eres el que no tiene experiencia, también eres el que debe ser sometido a toda clase de pruebas para demostrar que sabes lo que haces. Te ponen a “capturar” algunos archivos, a revisar algunos cronogramas, a conocer el sistema de calidad y claro, tratan constantemente de alejarte de los lugares en los que se puede requerir de cierto nivel de habilidad ingenieril.
Toda esa clase de humillantes elementos se conjuntan para mantenerte aburrido la mayor parte del tiempo. Pero, el que te traten como la basura que eres solo forma parte de tu experiencia. Además, sabes que cuando seas gerente y sea tu turno de solicitar un residente, harás exactamente lo mismo, cerrando así el ciclo de la vida.
Pero, para acabarla de molestar, no solo soy el “residente” también soy (y al parecer por algún tiempo), el “residente nuevo”.
Eso significa, no solo que soy un practicante más, también soy “el nuevo”. El que no sabe donde están los baños, donde los almacenes y demás. Pero lo más molesto es cuando te presentan a toda clase de personas. Digo, el almacén siempre estará en el mismo lugar. Pero si te ordenan buscar a John Doe, entre 500 empleados y 100 de ellos se llaman John, pues está medio cabrón.

Pero vayamos por partes. Comencemos mi día desde el principio.
Son las 05:50… la marcha imperial de Star Wars comienza a sonar en mi celular. Con poca pero parsimoniosa celeridad lo apago y me levanto. Veo con gusto que mi ropa ya ha sido planchada la noche anterior por mi afable personita.
Me meto a bañar, siempre repitiendo la misma rutina… en cuanto entro al baño y mi cuerpo toca el agua, se escucha un “Asopootamadre” por toda la casa. Termino de bañarme y cambiarme y preparo una deliciosa tasa de café soluble. Una pieza de pan será la única compañía de mi bolsa estomacal hasta las 13:15.
A las 07:00 salgo de mi casa y abordo un camión urbano que me llevará hasta avenida industrias. Ahí, desciendo y espero cerca de 15 minutos hasta que aparece a lo lejos un ruta 24.
Esos 15 minutos están llenos de angustia. Volteo para todas partes buscando posibles sospechosos de tratar (Puts!) de atracarme…
Al abordar el camión, impacta de inmediato la cantidad de personas que pueden abordar un camión. Pero, no solo la cantidad de personas es increíble. También la cantidad de maletas y bolsas que pueden cargar cada uno.

Entre empujones y mentadas de madre mutuas, llego al final del camión. Para este punto ya estoy cerca de donde desciendo. Espero 2 minutos más y toco el timbre. Apresuradamente bajo del camión y tomo mi primera bocanada de aire fresco desde que abordé el camión. Son las 07:40 y debo caminar una cierta distancia. No es mucha, pero debe ser caminada.
A las 07:47 llego a la empresa. Saludo a los guardias (que curiosamente son amables con todos los ingenieros, pero con los practicantes son como nefastos monstruos), firmo de entrada y a las 07:50 llego a mi cubículo y enciendo mi computadora. Bueno, ahora un amable compañero me da un aventón y llego mucho más fácil y rápido.
Curiosamente, el que es mi jefe, llega como hasta las 08:30. Pero que se le va a hacer… es el jefe.

Mientras voy caminando, saludo a todas las personas que veo, mientras trato de recordar el nombre de cada una y el puesto que tienen. Lo mejor del día es cuando encuentro a la Lic. Encargada de compras. Es un bizcochito en forma de licenciada. A ella le compro (o le vendo) lo que quiera.

Cuando llega mi jefe, lo saludo, me pregunta como me fue y eso es todo. Después comienza a darme las indicaciones del día: las cosas que desea que haga, que aprenda, etc. No es tan malo después de todo. Siempre había creído que el que sabía, sabía y el que no… era el jefe. Increíblemente para mi, los jefes parecen saber, y bastante.
Sea como sea, algunos minutos más tarde, mi computadora y mi escritorio están llenos de documentos en inglés.

Hablando del inglés, en la empresa es algo tan común como el español. El 95% de los documentos que leo están en inglés. Las acotaciones y notas al pie de los dibujos que me ponen a corregir están en inglés. Incluso algunas de las llamadas que me ponen a hacer tienen que ser en inglés.
No tengo nada contra leer en inglés. De hecho, me gusta. Pero hablar en inglés es algo que nunca me ha agradado. Tal vez sea porque en lugar de tener ese acento británico taaaan cool que tienen algunas personas europeas (no solo inglesas geniecillo), tengo este patético y soso acento predominantemente norestense.
No obstante, tengo que hacerlo.

Algo mucho mas entretenido, es cuando tengo que estar en la línea de producción. Ver todos esos operarios trabajando al unísono dejando las piezas que terminan en una banda transportadora que las llevará a una inspección robótica con visión artificial y luego las manden al almacén es emocionante.
Los brazos robóticos y los sistemas neumáticos complejos me llaman poderosamente. Las prensas de 10 metros de alto con capacidad de hasta 1000 toneladas y las calderas de altura inmensurable por medios convencionales están tentándome a mandar al diablo todo y quedarme ahí. Pero tengo que hacer papeleo…

Ya hasta tengo a mis operarios favoritos. Un amable señor más o menos de la edad de mi padre que trabaja por las mañanas. Desde el principio amablemente me estuvo enseñando algunas cosas del proceso. Cada que tengo alguna duda (que es seguido), el la resuelve al instante. Hasta le tiramos carrilla al supervisor mientras se aleja parsimoniosamente. Y el otro es un señor como de 60 años también muy amable, que servicialmente me mostró un proceso. Aunque debo decir que no aprendí mucho de él… el proceso consistía en poner un dispositivo en una máquina y apretar dos botones al mismo tiempo… LOL! La empresa está tan automatizada que es difícil ver funcionar las máquinas. Simplemente ves como los relevadores encienden y apagan sus foquitos cada que están funcionando. O como se presionan dos botones para bajar una prensa de 12 metros de alto.
En el otro extremo, también tengo a mi operario más odiado. Un apestoso chaparro de porquería que lo único que sabe hacer es castrar y seguir las órdenes de un ingeniero que curiosamente, también solo sabe castrar. Aunque debo admitir que el control que tiene sobre los montacargas es casi sublime. Schumaher vomitaría de envidia al ver que alguien puede conducir así un transporte con dos toneladas de peso, a velocidades tan riesgosas que no dejan de ser divertidas.

La hora de la comida es atractiva. Llegas, tomas una charola, unos cubiertos y un vaso y te formas para recibir tu dotación de frijoles, arroz, ensalada y un delicioso platillo, acompañado de un postre. En caso de que no te guste el platillo simplemente puedes pedir tortas, pollo a la plancha, sandwiches o hamburguesas. Agua saborizada hasta que te hartes. Si lo prefieres puedes obtener un refresco de lata. O si no puedes vivir sin la comida de tu madre, puedes llevarla y calentarla en el horno de microondas, que está junto a la máquina de café capuchino.
El primer día, frickeado por estar rodeado de ingenieros, traté de no hablar mucho a la hora de la comida. Decidí escuchar la conversación que tenían, imaginando que estaría llena de cosas como: El PPAP debemos hacerlo antes y después del PTR, porque el QS9000 ordena que tengamos el ATA corregido por el CFT. Curiosamente, los ingenieros se pusieron a platicar de las películas que habían visto en el cine el fin de semana pasado, que se perdieron el último capítulo de Malcolm, que héroes no les gusta por que es una copia barata del cómic de X-Men. Y que solían jugar noches enteras retas de Starcraft.
OMFG!!! Eso si no lo esperaba.

Y ahí es cuando me di cuenta. La mayor parte de la gente con la que trabajo, son personas jóvenes. Digo, no son Duggie Houser, pero son jóvenes. Algunos tienen hijos y esposas, pero no son viejos. Eso, al menos, lo hace más llevadero. El tipo que tiene su doctorado del MIT tiene 39 años…

Termina la hora de la comida y es momento de regresar a los documentos. Bases de datos que tienen que ser llenadas. Correos que recibir. Por cierto, NUNCA le había sacado tanto provecho al Outlook como ahora. Enviar y recibir correos por Outlook nunca había sido útil para mí, hasta ahora. Lo malo, es que no puedo entrar a mis otras cuentas de correo (gmail, yahoo, Hotmail, amen-amen, etc.) la política de seguridad de la Intranet de la empresa no lo permite. Antes, me sentía incómodo por recibir 10 correos electrónicos en una semana… sentía que eran demasiados. Ahora, llego a tener hasta 25 correos diariamente. Ya me acostumbré. No obstante, es obscena la cantidad de correos que algunos ingenieros reciben. Tuve la fortuna de ver la bandeja de entrada del ingeniero que se encarga de algunos aspectos del producto. 900 (sí, novecientos) correos electrónicos nuevos. Y en su bandeja de enviados, tenía 1600 (si, mil seiscientos) correos electrónicos. Ese ingeniero es un cabrón. Un cabrón y no mamadas.
Desafortunadamente, no tengo acceso a Internet, por lo que la navegación de los foros de Atomix.vg y mecatronicaitq.com es imposible. Ni que decir que ni siquiera por un segundo he intentado entrar a los foros de Lucy Pinder. Podrían despedirme y mi padre me caparía en ese momento.

Termina mi turno y salgo de la empresa.

Para terminar llego a mi casa, veo la TV y cuando comienza a darme sueño, plancho la ropa que me llevaré al día siguiente.

Ese es mi día ahora que soy productivo. Espero con ansias mi primer pago.

Por cierto, para no aburrirme en el trabajo sin leer nada nuevo, voy a permitir los comentarios de nuevo. Siéntanse libres de dejarme un comentario. Bueno, malo, no importa, solo hagan buen uso de los comentarios, no me obliguen a poner un sistema de seguridad como AdSense, HaloScan o sacar una cuenta en WordPress. Nadie quiere eso.

Bytes!




Como me tardé mucho tiempo en actualizar el blog, esta vez voy a compensarte escribiendo otro post en la misma entrada. Además, tiene un poco que ver con el post anterior por lo que ya que estamos “en calor” sería conveniente ponerlo.
No voy a nombrarlo, ya que es una de esas entradas que solía poner en la que solo algunas cosas que se me ocurrían, y que no merecían ser consideradas un post.

Pero como sea, comencemos:


¡En la madre!
Es lo que pensé hace algunos días al darme cuenta de que ya trabajaba.
Me refiero a que después de algunos días de trabajo, “me cayó el veinte”, como se dice coloquialmente. Ya estoy trabajando. Estoy en el trabajo 9 horas diarias, más 1 hora de camino de ida y otra de vuelta, ya hacen 11 horas al día. Voy a la escuela dos horas diarias y ya son 13. Duermo 7 horas ya son veinte. Una hora más para prepararme para ir al trabajo y ya son veintiuna horas diarias desperdiciadas. Solo tengo tres horas para mí.
En el caso de una persona como yo, eso es una mentada. Estaba acostumbrado a estar en la escuela 6 o 7 horas al día, dormir 7 y perder el tiempo el resto. Pero ya no es posible. Las felices horas que gastaba jugando PS2 o Arcades se han reducido a un par cada sábado. Las horas que pasaba burlándome de mis compañeros de clase por que decían o hacían algo cada vez más estúpido han sido cambiadas por momentos en los que trato de poner atención a todo lo que dicen los ingenieros de mantenimiento, calidad, producción y demás. El tiempo que dedicaba a leer lo utilizo para ir a la escuela, planchar, lavar y demás actividades caseras que deben hacerse ahora que no está mi madre en casa.

Todas estas cosas se han juntado para patearme las bolas con una idea, cada vez más castrosa, cada vez más aguda… “ya no soy un adolescente”. Me refiero a que, aunque se considere que desde los 18 años eres adulto (o legal), sigues estando en una etapa de énfasis desenfrenados. Sigues en la escuela, sigues tirando barra, sigues embriagándote cada que puedes, sigues viendo con alegría lo fácil que consigues lo necesario para la vida, etc.
Pero acabo de entrar en una etapa similar a la “crisis de la mediana edad”. Ya me di cuenta de que no soy un chavo; ya se lo que se siente trabajar ocho horas diarias (sea pesado o no, estás trabajando ocho horas diarias), se lo que se siente ganar dinero (sea mucho o no). Pero gracias a eso, también se como se siente dejar de tirar barra. Dejar de ver mi amada televisión por horas y solo verla una o tal vez, con suerte dos horas diarias. Siento el dolor intrínseco de no poder desvelarme para ver los más ridículos programas de televisión.
Siempre pensé que cuando trabajara, llegaría a mi casa a ver en mi televisor de colosales dimensiones, con sonido DTS, agradables y nocturnos programas de televisión de paga. O a jugar con la consola de moda en ese tiempo. Ahora, llego cansado, hastiado, sabiendo que no podré ver la TV tanto como me gustaría porque debo levantarme temprano. Los programas de entretenimiento que tanto disfrutaba van siendo poco a poco reemplazados por noticieros y programas de debates, ya que debo aprovechar sabiamente las pocas horas que tengo de relajación frente a la TV. Y alguien como yo debe estar enterado de las cosas… Constantemente he sido una persona que sabía los sucesos del mundo, que le gustaba discutirlos. Incluso, me sabía muchas efemérides y cuando veía la bandera en el asta, sin saber el por qué, me molestaba… Ahora, ni siquiera me enteré de la muerte de Pavaroti.
Ya no compartes el día con personas de tu edad, personas que en un día caluroso pueden elegir ir a la presa aunque pierdan clases. Personas con las que vas a ver una película a solo horas de un examen. Ahora estás con personas que pueden o no, ser activas. Personas que pueden o no, ser buenas en lo que hacen. Pero estas personas van a hacer un trabajo y no pueden - al igual que tú- simplemente elegir no asistir o no hacer su trabajo. Ya no está en juego una calificación. Está en juego un trabajo, una reputación, y algunas veces, hasta el destino de sus familias. Las conversaciones con los amigos dejan de ser de su vida y se convierten en conversaciones de su día laboral. Ya no se habla de que alguien fue a nadar o que alguien ha sido atropellado. Se habla de cuantas máquinas se pararon, cuantos obreros no asistieron por un brote de gripa, cuantos sensores produce una operaria en una hora, de si alguien va o no a programar un robot, etc.

Yo sabía que mi vida cambiaría, pero esto, esto fue brutal.

Tal vez pienses, querido y teórico lector que todo esto es obvio. Tal vez digas: “Pues claro que dejas de ser un adolescente, creciste”. “Obvio, ya trabajando no es lo mismo”. “Pinche Teh Dib, ¿a poco creíste que así sería toda tu vida?”

Tú piensas que cuando trabajes las cosas serán diferentes. Tú lo sabes. Pero cuando te cae el veinte, cuando realmente entiendes que ya se acabó esa parte de tu vida, cuando finalmente alcanzas a vislumbrar que todo lo que creíste acerca de tu futuro no es sino una mísera parte del gran y desconocido universo al que te enfrentas, ahí es cuando dices… ¡En la madre!

Y esto no es un post con moraleja de ¡Vive la vida plenamente! Simplemente es un pensamiento, es lo que siento y es lo que quise escribir. Yo disfruté mucho mi vida de niño y adolescente y en efecto, llegado a esta etapa de la vida, es cuando comienzan las preguntas y las reflexiones… “hubiera hecho esto”, “hubiera hecho aquello”. Yo solo me arrepiento de una cosa… no haber entendido esto antes.


Hasta hace poco, veía a mi padre llegar de su jornada de trabajo ridículamente larga y asumía que todo estaba bien. Había llegado, yo recibiría dinero y podría tirar barra mientras tanto. Actualmente, siento un respeto hacia él que nunca había sentido hacia ninguna persona. Trabajando jornadas de 14 horas diarias, con un día de descanso que ni siquiera cumple las 24 horas y durmiendo 7 o menos horas al día, le queda solo una hora o tal vez menos para disfrutar de su hogar. Y así ha sido desde que tengo memoria… mi padre ha tenido muchos empleos… no puedo recordar uno en el que trabajara menos de 12 horas diarias.
Tal vez mi padre nunca lea esto, pero aun así, me gustaría por este medio enviar un reconocimiento a mi padre; la persona más trabajadora que jamás haya conocido.

Nos vemos el próximo post.

P.S. El post de potabilidad se pospondrá hasta nuevo aviso… a menos que envíen sus fotos.

P.S.2. Si no lloraron con el último párrafo del post es porque no conocen a mi padre.

P.S.3. Si quieren ser como yo, doy clases los sábados.