lunes, diciembre 22, 2014

Centésimo sexagésimo quinto - Lo que yo esperaba -

En julio del 2003 (cuando estaba por entrar a la universidad), le dije a mis padres que quería estudiar la carrera de mecatrónica. Esto los tomó por sorpresa porque había dedicado mis últimos tres años a decir que quería estudiar Ingeniería en Sistemas Computacionales (oh, qué joven y estúpido era).

Ninguno de mis padres sabía siquiera qué es la mecatrónica. Cuando les expliqué - casi hasta con el famoso diagrama de Venn - de lo que era mecatrónica, le pregunté a mi madre que qué le parecía la idea. No como si fuera a cambiar mi decisión, pero sí buscando su bendición.

Ella me dijo que le parecía bien, que como yo quisiera y la chingada.

Se me ocurrió preguntarle qué "cosa le gustaría que le construyera". Ella me dijo, no sé si incrédula, no sé si condescendientemente:
"Un robot que trapée". 
Ayer, después de 11 años finalmente cumplí mi promesa. Mi madre tiene ahora un robot que trapea.

Cuando se lo di, mientras recreaba la historia y le recordaba sus palabras, yo esperaba un abrazo sincero, un agradecimiento no por el objeto, sino por no olvidar la promesa hecha de un hijo a una madre.

Lo que obtuve fue un:

"Te dije que quería un robot que limpiara la cocina".

viernes, marzo 28, 2014

Centésimo sexagésimo cuarto - Baño de hombres -

Saludos, querido y teórico lector. Por razones que a nadie interesan y a menos importan, he decidido asistir a un gimnasio. Llevo un par de semanas asistiendo religiosamente todos los días de 06:00 a 07:00 hrs. Dejaré para otra ocasión mis comentarios en cómo me he estado matando y no he visto el mínimo resultado siquiera, para hablar de un tema mucho más peculiar... las regaderas.

Sin más, te presento:

Regaderas para hombres

Is anyone here who can swear before God he has nothing to fear, nothing to hide?

 Como llegamos bastante temprano al gimnasio, todos llegamos con una pinche cara de desvelados que parece más de muerto. Muchos ni se toman la molestia de enjuagarse la cara antes de salir de sus casas. Después de más o menos una hora de sudar como mineros nos encontramos todavía en un estado más deplorable que cuando llegamos, pero eso sí, pujando como si estuviéramos pariendo mientras levantamos pesas para apantallar a las pocas mujeres que asisten al gimnasio.
Cuando de plano tenemos que dejar el homoerotismo de ver a un sudoroso sujeto jalando poleas tenemos que irnos directito a las regaderas.
Las regaderas son - afortunadamente - privadas y cada una tiene su respectiva puerta, así que tampoco estamos como en la cárcel. Es precisamente esa idea de pudor la que genera toda clase de reacciones en el lugar. El lugar donde se encuentran las regaderas no es particularmente grande, aunque sí tiene unas 10 regaderas. Sin embargo, el área "comunitaria" donde dejas tu maleta consta únicamente de un par de bancas (bastante pegadas entre ellas).

Cuando tienes la fortuna de llegar temprano a las regaderas, puedes elegir el lugar donde vas a sentarte para sacar tu ropa, tu toalla y tus sandalias de baño. Los menos afortunados tiene que sentarse entre dos vatos al lado y uno en frente. Mientras estás quitándote los tenis y las calcetas y esculcas en tu maleta buscando tu ropa interior no puedes evitar mirar al resto de los presentes haciendo lo mismo, preguntádote cómo es que alguien puede usar ropa interior tan pinche.
Los menos pudorosos comienzan a desvestirse en el área común, hasta quedar únicamente con los bóxers (o calzoncillos). Luego se van a las regaderas con nada más que una toalla y su jabón.

Después de un prolijo aseo, en el que cuidas el mínimo movimiento so pena de mojar accidentalmente la ropa que dejaste colgando en el perchero instalado en la puerta, procedes a malabarear para vestirte sin que tus pantalones toquen el suelo mojado. Sales con tu camisa planchada, tus pantalones mojados inevitablemente porque te falta habilidad para evitarlo y más despeinado que como llegaste.
Al llegar al área común, te sientas mientras buscas tus calcetines, te secas concienzudamente los pies y mientras te dispones a ponerte desodorante llega uno de esos sujetos a los que no les da pena nada, paseándose únicamente con una toalla en la cintura.

No entraré en detalles de la fisonomía del sujeto, pero cada que alguien sale de esa manera de la regadera, inmediatamente todos dirigimos nuestras miradas al piso. Tú sabes. Nadie quiere ser "cachado" observando el abultado vientre de otro güey.
Al tiempo que el sujeto en toalla llega al área común y saca sus calzoncillos para ponérselos (eso sí, muy hábilmente) por debajo de la toalla, tú vas terminando de vestirte por completo. Un nuevo sujeto entra al baño y como el de la toalla está algo inclinado para poder buscar sus cosas, nadie se mueve. No vaya a ser que camines y pases demasiado cerca del güey desnudo empinado.

Ya que puedes pasar y vas saliendo te despides de todos con un leve movimiento de cabeza como diciendo "Sale", pero en realidad vas pensando: "seguramente la tengo más grande". Ellos responden con un leve movimiento de cabeza como diciendo "órale", pero pensando: "seguramente la tengo más grande".


domingo, enero 19, 2014

Centésimo sexagésimo tercero - solo -

A veces, sólo a veces, cuando termino de ver un episodio particularmente bueno de una serie de TV (por lo regular sitcoms), después de apagar la computadora y la luz, recuerdo una escena graciosa y me río los tres pasos entre el interruptor de la luz y mi cama. Y mientras me río y caigo pesadamente sobre la cama pienso: voy a morir solo.