domingo, marzo 11, 2012

Centésimo quincuagésimo cuarto - Aburrimiento -


Desde que regresé de la Ciudad de México, me he aburrido mucho. Y no digo esto como el clásico mamón que se va de su rancho y regresa años después hablando fresa y diciendo "es que en este rancho no hay nada que hacer" y que se cree cosmopolita. En realidad ni sé si hay o no cosas qué hacer en esta ciudad. Digo, San Luis Potosí no es un rancho, así que imagino que hay muchas cosas que hacer y lugares qué visitar. Sin embargo, no me refiero a eso. 

Aquí no tengo desafío intelectual. En la Ciudad de México estaba en la maestría. Cosa nada fácil. Todos los días tienes que ir temprano sin saber a qué hora saldrás. Todos los días tenía que hacer un programa o calcular una trayectoria o demostrar estabilidad o experimentar hasta el hastío con robots. Tenía que discutir con mis compañeros sobre sus trabajos y los míos. Tenía que leer artículos por montones. Tenía que pensar. 
Aquí, estoy trabajando como profesor en una universidad y en una prepa. En realidad no me molesta ser profesor. En el nivel superior es bien fácil, porque los alumnos me ponen atención y soy bastante bueno en las materias que imparto. En la prepa no es tan fácil: los alumnos no quieren aprender (no todos) sólo van a la prepa porque tienen que ir. Se la pasan platicando, escupiendo gritando improperios. No son muy diferentes a un montón de simios. 

Participo en uno o dos proyectos con algunos compañeros. Eso es interesante porque pone a prueba mi imaginación, más no mis habilidades. Es disfrutable el pensar cómo resolver un problema (relativamente sencillo) pero cuando ya tienes la respuesta ya se acaba la magia: el hacerlo ya no requiere inteligencia. Un técnico podría implementar las soluciones después de que se plantean. Lo que nos ha detenido por ahora es la falta de dinero y el hecho de que somos empleados sometidos a un riguroso horario. 

Regresando a mi punto original: no tengo desafío intelectual. Me aburro. Dar clases no es fácil, pero en definitiva no es tan complicado como los profesores quieren hacernos pensar. Se genera mucho trabajo al tener que revisar tareas y exámenes y en ocasiones pierdes todo un fin de semana, pero no es difícil. Entonces no tengo que pensar mucho. O más exactamente, casi nada. Había imaginado que para este momento ya habría escrito al menos tres artículos más para someterlos a un congreso y que uno de revista estaría en camino. Pero no he podido. Llego muy cansado de las clases, no mentalmente, pero físicamente exahusto. El callar a los alumnos a cada momento, el pasearme incesantemente escribiendo por el pizarrón, me cansa. Preparar clases para los chavos de prepa es considerablemente difícil, no tanto porque las materias lo sean, sino porque las cosas que ahora me parecen obvias para ellos son extremadamente complejas. A veces siento que son como retrasados. Sé que no es su culpa, pero no puedo dejar de pensarlo. 
Entonces llego a mi casa y leo medio artículo o algo así y ya no me quedan ganas ni para estudiar a fondo el artículo, ni para proseguir con la redacción de los míos ni mucho menos para programar una simulación. 

Finalmente, hasta hace un par de días, apoyado por mi ex-asesor y basándome en un paper que escribí hace unos meses, logré escribir un artículo para un congreso internacional. Quedó muy bien, debo admitir. No sé si lo acepten o no y siendo sinceros creo que no me importa. Si lo aceptan, yo no podría ir a Portugal a presentar el artículo, ya que no tengo dinero para hacer ese viaje y no creo que la escuela quiera pagarlo, ya que no soy empleado de planta. Si no lo aceptan, pues ya lo escribí. Y creo que eso es lo que me importa, porque fue lo más emocionante que he hecho en meses. Me mantuvo interesado, entretenido y desafiado. 

Mientras encuentro otra cosa igual de interesante, aquí seguiré, muriendo lentamente por dentro. Por que si soy sincero, la lana que estoy ganando (que no es mucha, ni de cerca) está haciendo mucho paro en la casa. Y por lo pronto, eso es lo que importa.