lunes, diciembre 22, 2014

Centésimo sexagésimo quinto - Lo que yo esperaba -

En julio del 2003 (cuando estaba por entrar a la universidad), le dije a mis padres que quería estudiar la carrera de mecatrónica. Esto los tomó por sorpresa porque había dedicado mis últimos tres años a decir que quería estudiar Ingeniería en Sistemas Computacionales (oh, qué joven y estúpido era).

Ninguno de mis padres sabía siquiera qué es la mecatrónica. Cuando les expliqué - casi hasta con el famoso diagrama de Venn - de lo que era mecatrónica, le pregunté a mi madre que qué le parecía la idea. No como si fuera a cambiar mi decisión, pero sí buscando su bendición.

Ella me dijo que le parecía bien, que como yo quisiera y la chingada.

Se me ocurrió preguntarle qué "cosa le gustaría que le construyera". Ella me dijo, no sé si incrédula, no sé si condescendientemente:
"Un robot que trapée". 
Ayer, después de 11 años finalmente cumplí mi promesa. Mi madre tiene ahora un robot que trapea.

Cuando se lo di, mientras recreaba la historia y le recordaba sus palabras, yo esperaba un abrazo sincero, un agradecimiento no por el objeto, sino por no olvidar la promesa hecha de un hijo a una madre.

Lo que obtuve fue un:

"Te dije que quería un robot que limpiara la cocina".