jueves, noviembre 17, 2011

Centésimo quincuagésimo - M.C. -



Saludos, querido y teórico lector. 
Como ya se hizo costumbre, hacía mucho tiempo que no posteo nada. Mayoritariamente porque no tengo nada que postear, lo poco que tengo es bastante aburrido y ni siquiera es lo suficientemente largo como para hacer un post que valga la pena. Sin embargo, hoy tengo algo que postear. 

Finalmente, el lunes 14 de noviembre, después de 805 días de comenzar mis estudios de posgrado, me he convertido en Maestro en Ciencias de la Ingeniería Eléctrica con especialidad en Mecatrónica. Han sido dos años y medio muy pesados, muy entretenidos y muy satisfactorios. Muchas cosas pasaron en ese tiempo, tanto dentro como fuera de la escuela que me hicieron crecer no sólo como ingeniero, sino también como ser humano. 

Finalmente puedo hacer un post con mis impresiones de la maestría. Así que sin más preámbulo que las siguientes palabras, te presento:

Maestría
We could have had it all

Al salir de la carrera de ingeniería - sobre todo con un promedio tan elevado como el mío - crees que lo sabes todo. Crees que puedes resolver cualquier problema que se te presente, crees que si no sabes algo, puedes ir a un libro y encontrar las fórmulas y las teorías necesarias para que el mundo te la pele. En general es así porque los que deciden que la industria es lo de ellos, no tienen mayores problemas que hacer algunos layouts, algo de geometría o un CAD por aquí y por allá. Sin embargo, cuando llegas a la maestría, te das cuenta de todo lo que no sabes. Y es un puterísimo, por cierto. Según tú sabes matemáticas y resulta que sabes pura verga. Todo lo que llevas en la carrera es como la parte para dummies. Todo lo que llevaste en la carrera está bien chingón porque son ecuaciones lineales, pero llegas a la maestría y resulta que el mundo funciona con ecuaciones no lineales. 
Para no hacerte el cuento largo, y para no meterme con definiciones matemáticas que la neta no vas a entender, te diré que llegas sin saber ni madres. Poco menos que ni madres, para no verme tan exagerado.
Por tal motivo, es bastante pesado. El primer año de maestría, que es en el que llevas materias te desvelas tanto que es ridículo. Una tarea que debe entregarse en una semana resulta más complicada de lo que creías y lo que tú pensabas era un día de trabajo y seis de flojera se transforma en seis días sin encontrar cómo hacerla y un día de desvelada. Y así para todas las materias. Ahora ya no es importante que resuelvas 100 problemas para un examen. En su lugar, los Doctores asumen que ya sabes cómo resolver esos problemas y mejor te encargan demostrar teoremas o lemas o proposiciones. Luego, para asegurarse de que en realidad entiendes el concepto, te piden simular el modelo. Horas de programación que finalmente verás recompensadas al ver que la gráfica se mantiene en cero son tan comunes que parece irrisorio. 

Al menos en donde yo estudié mi maestría (CINVESTAV Zacatenco), los doctores son unos cabrones. En esta maestría tuve la fortuna de poder recibir clases de un Doctor egresado del MIT. Y tal Doctor es un cabrón. Sabe tantas madres que te cagas. Es tan condenadamente bueno que haría que Santa Claus vomitara de envidia. Querido y teórico lector, cuando estudias un posgrado en Ciencias con la intención de dedicarte a la investigación, lo que sueñas es que escribirás papers que revolucionarán los paradigmas actuales, que te presentarás en un congreso y tus pares se aglomerarán en tu conferencia. Y bueno, él es una de esas personas que logró tal sueño. En los congresos, cuando él expone, no hay asientos libres, las salas se llenan de personas de pie, poniendo atención a las diapositivas llenas de ecuaciones.
Es bastante raro saber que tus profesores han escrito libros que ahora son referencia obligada en ciertos temas actuales. Y sin embargo, muchos de los Doctores que me dieron clase tienen uno o varios libros en sus currículums. Es aún más raro ver cómo los libros de otras eminencias están llenos de referencias a artículos escritos por las mismas personas que están frente a ti, escribiendo una ecuación o apuntando con un láser al pizarrón. 

Cuando finalmente tienes la oportunidad de escoger tema de tesis, es más relajado. Al menos por una parte. Ya tú eres una especie de tu propio jefe, te mueves a tu ritmo y ya no hay tareas. Sin embargo, en la tesis ya estás sólo. Antes, la tarea era para todos. Si no entendías algo, le preguntas a un compañero y listo. Ahora, tú tienes que especializarte en tu tema, y a menos que uno de tus compañeros haga algo muy similar, nadie sabrá más de tu tema que tú y tu asesor. Y tu asesor está ahí para asesorarte, no para resolverte los problemas. Además, ese problema al que te estás enfrentando es en teoría, relativamente nuevo y no hay forma de que lo encuentres en un libro. Ya pasó el tiempo en que los libros eran tu referencia. Eso sirve hasta cierto punto, pero después tienes que basarte en artículos. Los artículos representan lo más novedoso de lo novedoso. Tienes que buscar artículos que se relacionen con lo que tú quieres hacer. Tomar lo que te sirva,  aprovechar las referencias y repetir el procedimiento. El problema con los artículos es que son piezas muy concentradas de información. No encontrarás nada específico, no encontrarás instrucciones y en definitiva, no encontrarás nada más que una ecuación o una demostración. Lo peor es que en general, los mejores artículos están hechos por eruditos que describen el mundo en matemáticas que te tomará meses comprender, para luego darte cuenta de que otro autor usa otras cosas, igual de complicadas. 

Sin embargo, con todo eso, encuentras increíblemente motivante todo eso. 
Al menos yo, tuve que basarme en las ecuaciones de alguien más, adecuarlas para que sirvieran a mis propósitos, DEMOSTRAR que mi trabajo era correcto, no sólo con simulaciones y experimentos, sino con matemáticas que sirvan no sólo para - como en mi caso - tres robots, sino para un número indeterminado de ellos. Te peleas con las ecuaciones que no quedan como esperabas, encuentras resultados que no tienen sentido y luego buscas incansablemente un resultado que te sirva para demostrar que estás bien. Y al no encontrarlo, debes matarte para desarrollarlo. Pasas meses dormitando mientras en tu mente aparecen las ecuaciones y las gráficas, los programas que no hacen lo que quieres y el código que te causa problemas. Finalmente, en un chispazo de genialidad o en una lectura a un teorema de hace doscientos años olvidado en los libros recientes o en una plática con un compañero la respuesta aparece ante ti. Pasas los siguientes días probando la teoría hasta que encuentras que estás en lo correcto. Y ya que resolviste ese problema, ya puedes proseguir con tu investigación.

Curiosamente, cuando más orgulloso te sientes de tus resultados, cuando las gráficas son justo como las querías, cuando el mecanismo o el robot o el control hacen lo que tú quieres y te sabes sus pros, sus contras, sus problemas y la teoría de todo lo que hiciste te la pela, debes escribir tu tesis. Y el escribir la tesis es una actividad muy desagradecida. Todo lo que hiciste, todo lo que investigaste, todas las horas que te desvelaste, los días que no cogiste por estar programando o simulando, las noches que te quedaste en la escuela para terminar un circuito, deben pasarse a un documento. Un documento de alrededor de 100 páginas que muestra los resultados más sobresalientes. Un documento que tiene lo que hasta ese momento es el estado del arte de tu área, tus resultados y tus demostraciones... y nada más. En ese documento no aparece cómo te cortaste la mano ajustando unas hélices o cortando un material. No aparece el dolor de nalgas que tienes después de dos semanas de estar programando una interfaz que no es importante para el tema, pero que sin ella no podrías haber hecho nada. No aparecen las interminables horas que platicaste con tu asesor, mostrándole paso por paso tus ecuaciones, o las horas de discusión con los compañeros que amablemente te dan un consejo. No aparece más que las gráficas que dicen que todo lo que hiciste está bien. Cuando tienes tu tesis en la mano y sabes que ese pequeño montón de papeles representa los últimos 1.5 años de tu vida te sientes bien. No es la sensación orgásmica que todos creerían, pero es una sensación de bienestar cuando la lees. Hasta que comienzas a sentir que podías hacer algo más. Si hubieras tenido más tiempo hubieras podido agregar tal cosa o explicar mejor esto o aquello. O tal vez generalizar para otra cosa o poner una prueba más. Ese trabajo que te tomó tanto tiempo es bueno, es tal vez muy bueno. Pero no es perfecto. Y esa sensación no te abandona del todo.

Próximamente la segunda parte.

2 Personas con IQ alto han comentado:

G L O R I A dijo...

¡Hola!
Me da mucho gusto que al fin lo hayas logrado.
Espero que hayas festejado de manera decadente.
¿Cuando empiezas el Doctorado?
Te mando un abrazo grande.

La Rosy dijo...

¡Felicitaciones, muchas!
Me encantó tu post, tan apasionado.

Mucha gente piensa que el tener maestría. Seguir estudiando y superándote es sólo por dinero, por un triunfalismo gringo.

Lo que dices me llega en tantos niveles ya que la satisfacción intelectual es un WIN extremo.

Felicidades una vez más :)

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