sábado, diciembre 03, 2011

Centésimo quincuagésimo primero - M.C. parte 2 -

Aunque ya me gradué, fui las últimas dos semanas a la escuela. Tenía el pretexto perfecto: esperar el trámite burocrático para que me entregaran el acta de examen y todas esas mamadas. Sea como sea, aunque ya no tenía absolutamente nada que hacer en la escuela más allá de limpiar mi escritorio, estuve asistiendo casi con religiosidad. 
Y sin temor a equivocarme puedo asegurar que fueron las dos mejores semanas de la maestría. 

La primer semana me la pasé leyendo artículos de un tema que me interesa y del que quería saber más. También leí algunos capítulos de las tesis de algunos de mis compañeros (y amigos) de la maestría que me confiaron la responsabilidad de hacerla de "editor". En general era encontrar errores ortográficos o gramaticales puesto que no tengo ni el conocimiento ni la habilidad para juzgar sus ecuaciones o sus resultados (todavía). 

Durante la última semana pernocté varias veces en la escuela. Otros días más, aunque no me quedé en la escuela salí a horas muy avanzadas de la noche. Me desvelé bastante, sufrí frío y hambre, me atacó una frustración que llegó a parecer una patada en la entrepierna porque uno o varios robots no hacían lo que quería. Y sin embargo no dejaba de sonreír. Tal vez haya sido el hecho de que yo estaba ahí para tratar de ayudar y que me sentía útil o por el hecho de que me encontraba hacien do lo que me gusta sin presión alguna o que estaba con grandes amigos, pero el desvelarme, el analizar gráfica tras gráfica y verificando línea por línea de un interminable código me hizo feliz. Me sentía contento. Me gustó como nunca me había gustado algo. Para mí no era un proyecto escolar que había que entregar so pena de reprobar. No existía esa presión. No era una obligación. Estaba ahí porque me gustaba. Porque yo quería. Siempre he querido ser investigador. Principalmente para saciar una necesidad de aprendizaje y conocimiento que no parece tener fin. Y de alguna manera mientras leía los capítulos de las tesis o programaba y fallaba miserablemente la compilación de un programa o sugería aumentar o disminuir una ganancia me sentí como investigador. Y me sentí bien. Creo que no me equivoqué al escoger ser investigador. 

Como dije anteriormente, tal vez lo que haya hecho que lo disfrutara tanto fue que compartía con amigos. Y eso me lleva a hablar de las personas que tuve como compañeros y que gradualmente se convirtieron en mis amigos. Bueno, no todos, pero sí varios. Inclusive más que los de la carrera, con los que conviví cinco años.

Cuando salí del ITSLP como el segundo promedio más alto, pensé que eso significaría algo en la maestría. Tal vez que llegaría a ser el chingón entre los chingones de mi generación, que tendría el respeto y admiración de todos. Que obtendría, como dice Sarah Silverman "All the pussy". Y pues resulta que no. Que no era ni el más listo, ni el más chingón. Putísima y se casó de blanco, ni siquiera era el más alto. El más mamón tal vez, pero bueno, a menos que seas actor porno gay, el ser mamón no es un cumplido. 
No sé si fue porque éramos un grupo más o menos homogéneo, o porque la maestría crea una hermandad que sólo los que hemos pasado por eso conocemos, pero en general nos llevamos muy bien. Los queridos y teóricos lectores que me siguen desde el ITSLP sabrán que no siento ni respeto ni admiración por mis compañeros - con una o dos excepciones - y que si los comparé con simios no era por mala onda sino por ser descriptivo.
Todo lo contrario para la maestría. Esta vez por mis compañeros no tengo otra cosa que una interminable admiración y un respeto perenne. No sólo son listos (tal vez más listos que yo), sino también son responsables y disciplinados. De cada uno de ellos admiro una cualidad y los envidio porque no la tengo. 

La pregunta más recurrente de las últimas dos semanas ha sido el ¿Qué voy a hacer? ¿Qué sigue para Dib? Casi en todas las situaciones en las que me hacen esa pregunta respondo parodiando a How I Met Your Mother. "Dejaré que Dib del futuro se encargue de eso". Sin embargo realmente no sé qué sucederá. Tengo claro que deseo hacer un doctorado. Y que deseo que sea pronto. Pero ya no tengo dinero. Deberé entonces trabajar algún tiempo para conseguir el suficiente dinero para comenzar el doctorado. Tengo la esperanza (y nada más que la esperanza) de poder incorporarme a la docencia en mi alma mater, para además de por supuesto trabajar, tratar de subir el nivel porque según lo viví, es bajo. Además, espero seguir publicando. Porque aunque no lo he posteado, sabrás querido y teórico lector que he publicado dos artículos de congreso internacional y tengo dos más en revisión. 
Por ahora, tengo el material para publicar un artículo de congreso, aunque sea nacional. Trabajaré con mi ex-asesor y uno de mis sinodales para intentar publicar un artículo de revista. No será fácil. No será pronto. Pero estoy motivado. 

En la próxima entrega hablaré de mi vida en el DF, lo que extrañaré y lo que no. Hablaré de mi triste y patético regreso a SLP y ofreceré galletas. 

3 Personas con IQ alto han comentado:

Adrián Navarro dijo...

Leer tus publicaciones me pone en un trance medio traumatico, medio inspirador del que rescato muy buenas ideas; mas que nada por que también quisiera dedicarme a la investigación pero apenas voy empezando la ingeniería y lo que escribes me va dando una idea de lo que me espera mientras que por la otra parte me da ánimos.

G L O R I A dijo...

Jajajajajajaja! Quiero galletas!

Kuruni dijo...

¡galletas! \o/

Felicidades de nuevo. Yo esperé un año y medio trabajando antes de empezar el doctorado. No hace daño trabajar y esperar un poco. Y es un paso inmenso así que piénsale con calma y elige un lugar que te encante.

Felicidades dobles por tu paper, como dijiste en el post anterior, lo lees y aunque no refleja los fines de semana a las 7 a.m. en la universidad, si es una satisfacción :)

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